Opinión | RETIRO LO ESCRITO

Piensa, piensa, piensa…

Lo importante es que se pueda escuchar la charla entre Begoña y ese palurdo sinvergüenza. Ya se encargarán los hermeneutas en sus periódicos y televisiones de ofrecer la interpretación más sórdida y descabellada de las palabras que se hayan cruzado.

El líder del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado lunes en la sede federal del partido en Ferraz tras celebrar la reunión de la ejecutiva.

El líder del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado lunes en la sede federal del partido en Ferraz tras celebrar la reunión de la ejecutiva. / José Luis Roca

El presidente está solo. Tal vez esta mañana, cuando aún reinaban las sombras, se levantó, se puso un chándal e intento correr un rato, pero todo se quedó en un corto paseo por los jardines de La Moncloa. No durmió nada durante la noche. Volvió, se duchó, luchó contra una tostada, tomó un sorbo de zumo de naranja. Anuló toda su agenda. ¿Con qué propósito? El presidente necesita pensar. Lleva muchos días enlaberintado en una divagación interminable. La pregunta que la alimenta es muy sencilla: ¿cómo puede escapar de esta? Es que no piensa en otra cosa desde hace diez días.

¿Existe una vía para la supervivencia política? ¿Queda algún camino que no lleva a la perdición? Está sentado en la sala de sofá y tresillos blancos donde recibe a esa horrible patulea. El cabrón de Rufián, que no quiso ni sacarse fotos. Intenté explicarlo a todos, a los vascos, a los catalanes, a todos. Yo no me aferro al cargo. Si esto volviera a la normalidad el año que viene convoco elecciones y si pierdo, pues a la oposición. Le montaba a estos cagapoquito una oposición que no aguantaban ni de coña la legislatura entera. Pero ahora mismo, no. No. Esto no es la normalidad. Claro que quieren el gobierno ya. Pero antes pretenden despedazarme. Reducirme a un ñordo.

Pretenden que dimita y convoque elecciones y desaparezca pero si es así antes de un mes me citan como testigo y antes de dos meses estoy imputado. No les basta el gobierno, quieren mi muerte civil. Quieren mi aniquilación política definitiva. Me odian. Y sé que me odian no por lo que diga Núñez Feijóo, no por las groserías de Tellado, no por los rugidos de los fachas. Sé que me odian porque yo los odio. El presidente se levanta, camina por varias estancias, a través de una cristalera observa alzarse el día como un soberbio espectáculo de luz. Sin engaños, sin autoengaños, ¿hay escape?

Habló durante varias semanas con los ministros más próximos, pero ya no los aguanta más. Los ministros tampoco lo entienden. Sospecha que algunos, incluso, ya no quieren entenderlo. No entienden que dentro de cinco años él no estará como Felipe, pronunciando conferencias, escribiendo informes, dirigiendo paneles y debates en el extranjero. Él será un puto apestado. Cuando piensa en ese futuro tenebroso, en lo que pueden llegar a padecer su esposa, su hermano, sus dos hijas, le cuesta respirar, porque incluso se plantea de qué van a vivir. Se da golpecitos en la frente.

Piensa, piensa, piensa. Pero, ¿cómo saber lo que hacer si ignoras por dónde vendrá el próximo golpe? Aunque sí que lo sabe, por supuesto. Después de evacuar toda la basura que tengan grabada y documentada –siguiendo una metodología dosificadora de la filtración que conocen perfectamente socialistas y conservadores y sus respectivas terminales judiciales y policiales– llegará el penúltimo golpe: la difusión de una conversación delicada con Ábalos, o de un parloteo de 30 segundos de su esposa con Koldo. El contenido es irrelevante, completamente irrelevante. Lo importante es que se pueda escuchar la charla entre Begoña y ese palurdo sinvergüenza. Ya se encargarán los hermeneutas en sus periódicos y televisiones de ofrecer la interpretación más sórdida y descabellada de las palabras que se hayan cruzado.

Y el presidente sabe, sabe perfectamente, por supuesto, que esas conversaciones se produjeron. ¿Por qué no iban a producirse? Por dios, ¿es tan raro? ¿Es tan disparatado, tan sucio, tan delirante? Nunca creyó que Ábalos fuera tan estúpido. Nunca creyó que Cerdán fuera tan pesetero. Nunca creyó que Koldo pudiera extenderse como una infección cutánea por todo el rostro del PSOE. ¿Y el partido? Un desastre. No saben ni mentir. No han aprendido nada. Quise enseñarles a mentir y solo aprendieron a simular. Nunca asumieron que se debe mentir utilizando inteligentemente la verdad. No me sirven ya para nada y, lo que es peor, yo estoy empezando a no servirles a ellos. Tengo que ganar tiempo y pensar. Hasta después del verano. Un mes más. Una semana más. Nombro secretario de Estado al que me proporcione otras 72 horas. Mi BOE por llegar al lunes. Piensa, piensa, piensa…

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents