Opinión | Reflexión
El insincero perdón del psicópata

Pedro Sánchez, este lunes durante su comparecencia en la sede del PSOE. / Javier Lizón / Efe
El doctor Sánchez ni ha leído ni sabe quién es Lacan, por tanto, no puede conocer algunos de sus principios teóricos. Uno fundamental es el de la imagen especular, cuando el niño se descubre ante el espejo invertido, contradictorio, dudoso: otro. La propia otredad (múltiple) bien que la conoce. Incluso podría decir como Rimbaud «yo soy otro». Aunque quizá no, porque eso nos llevaría a la psicosis. Y un psicópata narcisista no lo es, sí responsable. La enteca alusión al espejo de Sánchez en el Congreso, dirigida a Feijóo fue otra más de sus proyecciones, ya que de súbito hace que sea también el jefe de la oposición. Y conciba que sus actuaciones las esté haciendo realmente Feijóo. En estos casos más que síntomas de su narcisismo, suele ser muestra de la extraordinaria liviandad de su pensamiento, prácticamente impúber. Ese juego de proyecciones y suplantaciones determina que la imagen más acabada y autentica del doctor se registrara probablemente en el patio del colegio, sobre todo en discusiones y peleas con sus compañeros. Una vez hecho mayor y rodeado por personas adultas, aquel acervo colegial necesariamente no haya tenido tantas oportunidades de expresión, como las que el Congreso, con sus inherentes disputas, le ha brindado. Aunque él no es que no sepa pedir perdón, sino que no puede, sí perdona a los demás (a compañeros que no le apoyaron y luego recuperó), y es bastante buen amigo; al poco de ser presidente de gobierno llenó el Falcon de amigos y se los llevó a Benicasim a ver a The Killers. Otra oportunidad, creer como en la niñez que todos sus caprichos debían ser satisfechos. Con Begoña Gómez, otra que tal baila (se juntaron el hambre con las ganas de comer), y al poco de ser jefe de gobierno se programaron un largo viaje hasta California, tocando Canadá. En Berkeley, diez estudiantes hispanos escucharon al doctor. Ese fue el comienzo, a la vez que se conferían toda la pompa, las escoltas de emperador, los líos con el protocolo por sus fantasías reales, iniciando los dos la escalada; una, a cátedra de negocio y extracción, y él, sin poder ocultar sus apetitos, a proyecciones estelares, fueran la OTAN, la UE o la ONU. Que ahora suena y retumba a chistecillo. Llegó el final de la escapada, de esta pareja de inermes Bonnie and Clyde. El doctor, repintado, compungido, falso, amoral, pidió perdón y disculpas varias veces, a ver si con alguna alguien le creía. Se le ha dicho de todo, pero siempre con esfuerzo psiquiátrico y unanimidad: narcisista psicópata, incapaz de empatía. Qué harán ahora Conde Pumpido y el Fiscal general, ratas y régimen.
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