Opinión | RETIRO LO ESCRITO

La dignidad como burladero

Un PSOE gomero inexistente siempre será menos problemático que un PSOE gomero que no renuncie a existir

Nira Fierro, en el congreso del PSOE La Gomera

Nira Fierro, en el congreso del PSOE La Gomera / PSOE La Gomera

La foto de la nueva comisión ejecutiva del PSOE de La Gomera es enternecedora, como solo puede ser alguien resignado a su irrelevancia. En el centro, el nuevo secretario general , con rara de padecer pancreatitis. Y a un extremo, Nira Fierro, con su habitual sonrisa de mermelada ácida, muy feliz porque el compañero Manuel Ramón Plasencia al frente la organización gomera garantiza una absoluta pleitesía a la dirección regional y – más importante aún -- un respetito que es muy bonito a la hegemonía político-electoral de Casimiro Curbelo. Que en dos encuestas recientes el único diputado del PSOE corra peligro mientras se consolidan los tres de ASG no le preocupa a Ángel Víctor Torres ni mucho menos a Fierro. Un PSOE gomero inexistente siempre será menos problemático que un PSOE gomero que no renuncie a existir.

Y en Las Palmas de Gran Canaria Carolina Darias resulta elegida (en fin) secretaria general de la agrupación socialista de la capital. Contra lo que me cuentan quizás no esté particularmente contenta con esta corona de metacrilato. Era más bien un ritual obligatorio derivada de los acuerdos para que Augusto Hidalgo – sonriente nadería – se marchara del ayuntamiento para perder en el Cabildo. Hidalgo es un Atila político. Por donde pasa no vuelve a crecer el PSOE. Pero qué extraños personajes son capaces de sobrevivir bizarramente en el ámbito político. Puedes ser un perfecto y hasta inaguantable tolete sin capacidad de liderazgo ni de gestión, incluso con problemas para relacionarte con los seres humanos normales y corrientes, y hacer carrera y hasta comer – por lo general muy bien -- de eso. Hidalgo dijo hace unos días que el PSOE había convertido Las Palmas «en un bastión socialista», pero de nuevo las encuestas deshacen semejante ocurrencia. Tanto Podemos como Nueva Canarias perderían su representación y el PSOE perdería entre dos y tres concejales. La paliza será mayor si el PP elige in buen candidato y si CC y Primero Canarias cierran un acuerdo electoral con una plancha que se incline más por los barrios que por el centro de la ciudad.

Darias tiene los suficientes problemas en el gobierno municipal para intentar una galvanización del PSOE de Las Palmas. Esta coincidencia entre alcalde y mandamás de la organización suele significar –si uno se ilustra con situaciones semejantes dentro y fuera de Canarias – que el partido, hasta cierto punto, acaba municipalizado, es decir, al estricto servicio de la alcaldesa y sometido a los vaivenes y trifulcas del equipo de gobierno. No parece, sinceramente, una decisión inteligente. Como la alcaldesa está justita de recursos igual termina metiendo en la ejecutiva a Francisco Hernández Spínola, pero mejor no dar ideas. Lo cierto es que el PSOE parece aquejado de una rigidez operativa que no puede funcionar en estas circunstancias. Deberían terminau los portavoces parlamentarios que controlan orgánicamente una isla o las alcaldesas que en una crisis casi sistemática asumen la más importante agrupación local del archipiélago. Esta acumulación del poder solo sirve a la oligarquización del partido pero, ¿cómo plantearlo ahora que Pedro Sánchez ha decidido convertir a sus ministros en secretarios generales y candidatos autonómicos con un chasquido de dedos?

Nombrada la bicha cabe decir que fue muy interesante el discurso en La Gomera de Nira Fierro, no por original, desde luego, sino por especialmente cínico. «Los socialistas no tenemos que bajar la cabeza por lo que pase». ¿Quién ha pedido eso? No son los militantes, sino los dirigentes del partido, quienes deben explicar convincente y pormenorizadamente cómo ha sido posible ese vómito de corrupción en las alturas, esas arcadas repulsivas de los dos secretarios de Organización de Pedro Sánchez. En estos momentos utilizar la dignidad de los militantes como un burladero es, también, una sinvergüencería.

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