Opinión | Venga, circule

Alguien que me quiere mucho me trajo esta camiseta de La Palma

Aquel viaje iba a ser un desastre. Vaya que si lo fue. Sin entender muy bien cómo, este grupo de escritoras y artistas y yo terminamos alojadas en una suerte de Airbnb otrora centro de recreación infantil

Alguien que me quiere mucho me trajo esta camiseta de La Palma

Alguien que me quiere mucho me trajo esta camiseta de La Palma / El Día

Hace unos días tuvo a bien mi teléfono móvil recordarme un viaje que hice a la isla de La Palma hacia finales del año 2022 para participar en una especie de festival con motivo de algo que no recuerdo del todo bien. Creo que era sobre mujeres escritoras, o mujeres canarias escritoras, o mujeres canarias dedicadas a diversas ramas de la cultura, no deseo rebuscar demasiado en la memoria por miedo a lo que podría terminar descubriendo. En mi experiencia, no suele convenir traer de vuelta al presente toda la información que va diluyéndose en los recuerdos con el paso del tiempo.

El cerebro tiene formas curiosas de protegernos de nosotros mismos, por lo que lo mejor es confiar en él y no transitar determinadas rutas. En aquel viaje rompí la máxima de no desplazarme jamás a lugares de los que no sé cómo poder irme si las cosas no van como espero que vayan. Si me permito el lujo de ser franca, diré que la organización comenzó a torcerse incluso antes de comenzar el viaje. La noche anterior se comunicó a todas las invitadas que había surgido un problema con el alojamiento y que los organizadores se habían visto en la tesitura de tener que improvisar un poco para no suspender el encuentro. En ningún momento se nos informó de lo muchísimo que se había improvisado.

Al final del festival, una vez expresado mi descontento, se me ofrecieron unas disculpas en las que se estableció que esta había sido la única alternativa posible a la cancelación del evento. En retrospectiva, ojalá se hubiera cancelado. No ignoro la parte de culpa que me corresponde en esta historia, tendría que haberle hecho caso a mi intuición y haberme excusado en el preciso momento en el que sentí que nada de aquello me convencía. Peco en general de adquirir compromisos desorbitados con personas a las que apenas conozco, y una vez estrechada la mano de mi interlocutor me vuelvo incapaz de echarme atrás. En este caso mis interlocutoras eran un grupo de mujeres a las que veo como compañeras, a algunas la considero incluso amigas, por lo que no quise oírme a mí misma y a la semicerteza que comenzó a instalarse en mi corazón.

Aquel viaje iba a ser un desastre. Vaya que si lo fue. Sin entender muy bien cómo, este grupo de escritoras y artistas y yo terminamos alojadas en una suerte de Airbnb otrora centro de recreación infantil con camas infantiles y colchones infantiles y suelos acolchados más propios de un colegio que de un alojamiento para mujeres adultas. No recuerdo si éramos siete u ocho, pero todas terminamos durmiendo en la misma instancia y compartiendo el mismo baño diminuto. Ninguna se atrevió a comentar nada al respecto, quizá porque no nos conocíamos del todo bien, quizá porque a ellas esta primera sorpresa no las impactó tanto como a mí. Será porque desde el inicio de mi carrera he estado muy protegida por mi editorial y esta era la primera vez que hacía «algo por mi cuenta». ¡Al menos aprendí la lección!

Las dueñas del Airbnb se erigieron desde el minuto uno en nuestras amas de llaves, casi carceleras. No nos permitían hablar alto ni irnos a dormir muy tarde -éramos todas mujeres adultas, algunas bien entradas ya en la treintena-, nos hacían respirar tres veces antes de poder comer y establecieron una regla inquebrantable en las comidas con la que nos prohibieron servirnos agua porque beber agua mientras se come engorda, intentaron deshacerse de la medicación de una de las integrantes del grupo porque la medicina tradicional era veneno y nos recomendaron no vacunarnos nunca porque quién sabía si el Gobierno estaba intentando manipular la genética de nuestros cuerpos con esas vacunas. Creí estar participando en un programa de telerrealidad similar al Show de Truman para el que no había dado mi consentimiento. A mi sistema nervioso no le quedó más remedio que reaccionar tumbándome el segundo día con un vértigo que no sé muy bien de dónde vino pero que me mandó a urgencias esa última noche. Se ve que no soportó el tema de las camas infantiles, las colchonetas, la prohibición de beber agua o lo de tener a dos señoras de la edad de mis abuelas llamándonos gordas a todas en cada comida. Lo habrán oído miles de veces, pero el cuerpo es muy sabio.

Tracking Pixel Contents