Opinión | El recorte
A pagaaaaaaar

Bolsas de basura en las escaleras de uno de los bloques de las Casas Azules, en Añaza.
Como la jodienda no tiene enmienda, los que mandan han decidido que el que contamina tiene que pagar más de lo que ya paga. Por eso han decidido ponernos la tasa de basura en unos cien euros por barba.
Todo el que entra en el sector público, como «La Masa», sufre una mutación irreversible en su ADN. Porque lo primero que persigue cualquier organismo complejo –y el Estado lo es– es garantizar su propia supervivencia. Así surgen cosas como que un Gobierno que se confiesa muy social sea incapaz de deflactar la inflación en las rentas del trabajo que pagan millones de españoles de clase media. No lo hacen porque necesitan un chute cada vez mayor. Nos cuentan la milonga de que van a hacer que los ricos paguen más, cuando uno sabe que los verdaderamente ricos tienen la pasta fuera de aquí. O que le van a poner un impuesto extraordinario a la banca: una idea tan maravillosa que cuando la pusieron en práctica hizo que la banca tuviera más beneficios que nunca, porque se limitaron a subir las comisiones y terminaron pagándolo sus clientes. O sea, nosotros.
Ahora han decidido subirnos la tasa de la basura. Una tasa es, esencialmente, la repercusión del costo de un servicio. Tú tienes basura que tirar, el ayuntamiento se encarga de recogerla y entonces le pagas lo que cuesta. Hasta ahí perfecto. Lo que ocurre es que es falso. Tanto que los ayuntamientos están debatiendo a qué se va a destinar el dinero ingresado por la tasa de basuras. O sea, que se les está viendo el plumero porque entonces ingresan más de lo que cuesta el servicio. Pero es que, para más inri, en la actualidad nos están cobrando tasas sin darnos el servicio por el que cobran. Por ejemplo, es incompatible que los ciudadanos paguemos la tasa de depuración o de alcantarillado en municipios que siguen tirando al mar las aguas fecales como si no hubiera un mañana. Pagamos por lo que no nos dan.
Y esto es así porque las tasas no dejan de ser impuestos. Y los impuestos siempre subirán, porque persiguen engordar la cuenta de resultado de las administraciones. La masa salarial del sector público anda ya por los ciento ochenta mil millones, casi como todas las pensiones. Hay que seguir esquilmando al personal. La moderna ingeniería fiscal, además, ha descubierto el fabuloso argumento del cambio climático. Ha nacido toda una nueva generación de tributos con la peregrina excusa de que pagando más contaminaremos menos. Son tan estupendos que hasta se han inventado un sistema de compraventa de derechos de contaminación en el que UE otorga un número limitado de permisos (en toneladas de CO2) para que las empresas puedan comprar y vender estos permisos en una especie de mercado persa: una bolsa calentológica.
Los aviones oficiales del Gobierno no contaminan, porque funcionan con agua bendita, pero los que nos transportan a nosotros sí. Por eso han cascado un impuesto especial al combustible de aviación que ha encarecido el precio de los billetes. Lo han hecho con las gasolinas. Y con la electricidad. Contaminamos lo mismo, pero sirve para llenar más el bolsillo. Un día nos cobrarán una tasa por el aire que respiramos. Y no es coña.
Suscríbete para seguir leyendo
- Santa Cruz inicia la obra para crear la nueva avenida de Anaga
- Los termómetros 'hierven' ante la fuerte entrada de aire sahariano: Canarias espera máximas de hasta 37 grados este miércoles
- Una menor, en estado crítico después de ser rociada por un joven con material inflamable en Canarias
- La menor de 17 años quemada por su novio en Las Palmas de Gran Canaria: «Fue él. Me lanzó un papel prendido»
- Las agrupaciones musicales del Carnaval amenazan con un plante por un trato de favor de Fiestas al 'colectivo Premium
- La tradicional cucaña del Puerto de la Cruz deja las imágenes más divertidas de las Fiestas del Carmen
- Tenerife Cook Music Fest: todo lo que debes saber sobre las tres jornadas del festival
- El FC Barcelona ficha a otro tinerfeño