Opinión
Guardia Civil: más diálogo, menos crispación y cero manipulación
Quizá mi opinión sobre los supuestos intentos de desacreditar a miembros de la Unidad Corporativa de la Guardia Civil (UCO) puede que no sea todo lo objetiva que merece un asunto de tanta enjundia, porque nací y viví unos veinte años en casas cuarteles de la Guardia Civil.
Aquellos no eran tiempos fáciles. Ahora tampoco. Nací en una casita alquilada en la playa de Puente Mayorga, San Roque, provincia de Cádiz, frente al Peñón de Gibraltar, porque el cuartel era insuficiente. En casas cuarteles vivimos cuando quedaba libre una vivienda o pabellón, como en el caso de Cortes de la Frontera, Málaga, y Gran Tarajal, en Fuerteventura; luego, en Tijarafe, La Palma, mi padre volvió a alquilar una casita terrera. Recuperamos vivienda en la casa cuartel de Granadilla, Tenerife, y Los Llanos de Aridane, La Palma, la querida isla de mis padres y de sus generaciones anteriores. Mi padre se retiró en la Comandancia de Santa Cruz de Tenerife y pasó a servicios civiles como conserje de Correos en Santa Cruz. Ratos muy tristes pasé, pero muy felices también.
En las casas cuarteles los niños y niñas hijos de los guardias jugábamos en el patio solo hasta las nueve en punto de la noche en que el guardia de puerta la cerraba a cal y canto. Tampoco podíamos jugar en el patio si llegaba un jefe y pasaba revista. Cuando comencé a ir a verbenas en Los Llanos de Aridane, mi madre dejaba entreabierta una ventana por la que desde la calle saltaba de madrugada porque si tocaba la puerta el guardia se enfadaba.
Siempre vi a mi padre de uniforme con pistola al cinto, tal como está en la foto de su boda en el Santuario de las Nieves, Santa Cruz de la Palma. Era así como estaba ordenado en los años 1940-60. El permiso para casarse precisaba de un servicio de información previo. Vivencias tengo para escribir un tocho. En ocasiones vi a mi madre llevar comida a detenidos en la sala de armas. Disfruté mucho de la fiesta de la Patrona, porque era el día del año que comía todo lo que quería y más: la gente del pueblo traía alimentos y bebidas al cuartel. Pero les digo: la vida de los guardias civiles y sus familias en los cuarteles en la época de la dictadura fue durísima.
Franco, como buen dictador, no se fiaba de la Guardia Civil, genéticamente democrática, por lo que nombraba director a un general del Ejército de su confianza para controlarla y usarla para sus intereses. Aun así, su historia, tanto en la República como en la dictadura, y ahora en la Democracia, hay que escribirla con letras de oro y de dignidad, tanto que creo que es la institución más querida y valorada por la mayoría de los españoles de buena voluntad, que sufren cuando se la ataca, se cometen errores contra ella o surgen delincuentes en sus filas. En Santa Cruz de Tenerife, esta semana de las Fuerzas Armadas, los aplausos a la Guardia Civil han sido significativos.
Por ella siento auténtica veneración y mucho respeto. Por eso, cuando, con mi partido, el PSOE, el primer director general civil, Luis Roldán, protagonizó un escándalo de corrupción en los años 90, sufrí doble y triplemente.
Ahora asistimos a un lamentable torbellino informativo y circo mediático con la UCO en el centro de una crispación utilizada como arma por determinados políticos y empresarios, cuando todos los partidos deberían apoyarla incondicionalmente con todas sus fuerzas, porque no en vano lucha contra el crimen organizado y otros delitos graves como asesinatos, narcotráfico y la corrupción.
Una labor muy complicada, que precisa del apoyo incondicional de toda la Sociedad, venga de donde venga el problema, máxime si afecta a políticos, sean del signo que sean, cuando la ciudadanía en general considera que casos de corrupción hay en miembros de todos los partidos. Pero de ninguna manera nos vayamos a creer el bulo de que desde la Moncloa o Ferraz como instituciones se actúa contra guardias civiles por cumplir con su deber de investigar delitos, otra cosa es que alguien lo intente a título individual.
Aun así, creo que Gobierno y los poderes legislativo y judicial siguen tardando en poner orden tajante en asuntos tan lamentables si se diera el caso de intento de extorsión a agentes de la UCO, cuando todos a una tienen que apoyar su labor tan necesaria e imprescindible y en general de la Guardia Civil. Y, por supuesto, que se depuren responsabilidades. Y caiga quien caiga.
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