Opinión | Editorial
Más diálogo para entender a Canarias

Un menor migrante atendido por Cruz Roja tras llegar en un cayuco a Canarias. / Efe
Polarización y crispación son los grandes enemigos a los que se enfrenta Canarias para paliar la migración y la falta de viviendas, dos problemas estructurales de los que depende la estabilidad socioeconómica de las Islas. El contexto adverso para un análisis sosegado y solidario de los mismos volvió a quedar patente el viernes en la Conferencia de Presidentes en Barcelona, donde se impuso la política espectáculo y la utilización del encuentro para fines descaradamente partidistas.
Nunca ha sido tan evidente el contraste entre la tragedia migratoria y la responsabilidad de los representantes públicos como en la cita catalana. Clavijo llamó al reparto de niños y niñas migrantes de acuerdo con la aprobación de la modificación de la ley de Extranjería, con el objetivo pleno de aprovechar la solemne convocatoria para remover la conciencia de los ejecutivos autonómicos. Entre el fango en que se ha convertido la política española, Canarias y su agobio por la migración navegan en la más absoluta soledad. La excepción ha sido el País Vasco, aliado con los isleños para la materialización de un plan para afrontar el crecimiento migratorio al que se suma Cataluña.
El PP, que gobierna en Canarias con CC, no ha tenido prejuicio alguno a la hora de firmar acuerdos con Vox sobre política migratoria que perjudican finalmente a los isleños, a cambio de obtener su apoyo para la gobernabilidad de comunidades con una mayoría frágil. Este marcado servilismo impide en este sentido cualquier gesto colectivo a favor del Archipiélago canario.
Una prueba del carácter instrumental que tiene para los conservadores la migración quedó patente el pasado jueves con la visita de Feijóo a Gran Canaria. El líder antepuso el apoyo a la manifestación de hoy contra Pedro Sánchez, bajo el lema ‘Mafia o democracia’, al propósito de armar una estrategia estatal que desatasque el reparto de los menores y solucione problemas a las personas, entre ellas, las que viven en Canarias. En la comparecencia ante sus seguidores, la migración sólo cosechó una sucinta receta: abordarla «sin demagogia y sin efecto llamada».
En el lado contrario, tampoco el ejemplo de los socialistas resulta alentador para las Islas en lo que se refiere al estricto cumplimiento de las políticas migratorias. Prueba de ello es la reciente sentencia del Tribunal Supremo donde advierte con multas al Estado si no atiende con la premura debida a los niños con asilo. En el auto se ordena a Moncloa informar quincenalmente sobre los avances en una resolución del 26 de marzo, que establece la obligatoriedad de atender a un millar de menores en esta situación.
Esta dilación de los socialistas a la hora de asumir responsabilidades es la que luego da oxígeno a los populares, siempre dispuestos a tener un pretexto a mano para evitar cualquier acuerdo global contra la crisis humanitaria que atraviesa Canarias. Un bucle que nadie rompe. En la Conferencia de Presidentes de nada sirvieron los ruegos de Clavijo, ni su petición de solidaridad con una autonomía que siempre ha arrimado el hombro ante las desgracias de otros, citando, por ejemplo la ayuda canaria a Valencia tras la dana. El único arranque de comprensión que obtuvo en medio de la cumbre partió de Salvador Illa, presidente de Cataluña.
Suerte similar corrió la propuesta isleña de limitar la compra de viviendas a no residentes. El Archipiélago, en emergencia habitacional, aprovechó el interés en balde de Pedro Sánchez por lograr un consenso al respecto lanzando dos propuestas: utilizar el superávit de las cuentas autonómicas para invertir en activar el parque público de casas, y la limitación a compradores extranjeros a través de los ayuntamientos.
Estas especificidades isleñas, carentes aún de respaldo, tratan de conectar con la realidad socioeconómica de las Islas. La bonanza turística aumenta los movimientos especulativos en torno a la vivienda, tensionando unos precios que acaban por influir en el acceso a una casa por parte de los jóvenes. Impedimento, por otra parte, que provoca una respuesta social que atribuye la carestía al crecimiento turístico sin control, lo que se ha dado por llamar Canarias al límite.
La Conferencia de Presidentes de Barcelona ha vuelto a poner sobre la mesa una inaplazable negociación de Canarias con el Estado. Un diálogo frente a frente, sin las perturbaciones de la crispación política, que tome en consideración los aspectos más calientes del desarrollo insular. Entre los que se encuentran, por supuesto, el incremento de migrantes y las condiciones para atenderlos con todos las garantías humanitarias, además de una apuesta definitiva que frene la actual distorsión que afecta al acceso a la vivienda. Se trata de dos cuestiones cruciales contra los desequilibrios, también para atajar la pobreza. La Islas, pese a los reveses, debe esforzarse en mantener abiertas las líneas de comunicación e insistir en nuestro carácter diferencial. Tienen que hacerse entender.
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