Opinión | el recorte

¿A quién van a creer?

Se abre el telón de la Conferencia de Presidentes y sale María Jesús Montero, ministra de Hacienda, que se dirige a todos, todas y todes. «¿A quién van a creer? ¿A mí o a las matemáticas ?» Alzándose, cual colosa de Rodas del grouchomarxismo sanchista, a ella le han encargado algo mucho más difícil que conspirar contra la UCO. Algo más redundante que pedir balas contra Antonio Balas. Le ha tocado pagar a los catalanes el segundo plazo por el arrendamiento de La Moncloa y al mismo tiempo ser candidata en Andalucía. Ahí es nada. En una mano Puigdemont y en la otra los charnegos: esos seres inferiores, que decía Torra.

Desde Joaquín Costa, España ha sido un país enfermo. Por eso la andaluza Montero, que es médica de profesión, ha recalado en Hacienda: para curarla. Pero lo nuestro es un padecimiento de escuela más que de despensa; un mal del alma, más que del cuerpo. Aunque ya se ve que la ministra anda floja de letras. Dice que va a «condonar» la deuda. Y no es verdad. Condonar es indultar, amnistiar o perdonar. Y esto va de que la deuda de las partes será la deuda del todo, pero se tendrá que pagar igual que antes. La cambian de bolsillo, pero sigue en los mismos pantalones.

Pero si nos tratan como idiotas es porque deben pensar que somos idiotas. Si una y otra vez nos ofrecen excrementos en vez de argumentos es porque han comprobado que funciona. ¿Que el fiscal general borró el teléfono el día en que le imputaron? Nada, amigo, lo hizo por seguridad. ¿Qué habíamos dicho que la amnistía no cabe en la Constitución española? Perdona, es que no la habíamos medido bien, cabe perfectamente. ¿Que habíamos prometido perdonar la deuda de Cataluña como pago a los independentistas por su apoyo? Nada de eso. Es una medida que be-ne-fi-cia, escúchenlo bien cínicos descreídos, a todas las comunidades españolas. ¿Que algunos barones socialistas tampoco están de acuerdo? Pues porque están contaminados por los fachas y están ciegos. No ven esa luz brillante que sale de Moncloa para dibujar una gigantesca “S” en los cielos nocturnos. Esa luz que inspiró a Leire Díez, una humilde militante de base, para inmolarse pidiendo grabaciones y vídeos para acabar con los guardias civiles y jueces molestos.

La operación de lavado del pufo de la deuda catalana es muy inteligente. En la primera el Gobierno trasladará diecisiete mil millones de deuda de los catalanes a deuda del Estado. O sea, de los catalanes a los españoles. Parece lo mismo, pero solo aparentemente. Los ochenta y tres mil millones de deuda autonómica mutualizados se tendrán que pagar por todos los ciudadanos dentro de la monumental deuda pública que anda por más de un billón seiscientos mil mil millones de euros (nos costó treinta y ocho mil millones de intereses el año pasado).

Hasta ahí nada raro. La deuda la pagarán los mismos ciudadanos como españoles. Pero si el Gobierno de Sánchez firma un nuevo sistema de financiación con Cataluña y le concede el mismo estatus fiscal que al País Vasco, los catalanes volarán por libre con menos plomo en las alas, porque nos habrán dejado al resto las quince toneladas de pasta que –entonces sí, razón tiene la ministra– les habremos «perdonado».

Montero mueve los vasos con las bolitas y mira sonriente a la audiencia. ¿Dónde está la deuda catalana? «¡Ahí, ahí!», señala el público al vaso con la senyera. Pero ella sabe que, cuando lo levante, el vaso estará vacío. n

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