Leire, fontanera de la verdad

Los cómicos son fontaneros del humor. Se dedican a desatascar la suciedad del comportamiento humano para que la risa fluya libre por las cañerías. Leire Díez hacía esa labor de fontanería pero aplicada a la basura hedionda acumulada en las cloacas de Ferraz. Antes de abordar este penoso trabajo, Leire rebuscaba en la porquería del PP, tramas corruptas, policías patrióticas y alcantarillas pagadas con fondos reservados. Pero luego explotó el triángulo que tenían en casa, la terna Aldama-Koldo-Ábalos y su geometría del vicio, el Begoña gate y las cosas del hermanísimo. El olor se hizo insoportable en Moncloa y a la leal fontanera secreta le encargaron una limpieza especial para que Santos Cerdán y el propio Sánchez salieran indemnes de la inundación. Llega entonces la operación de acoso y derribo contra el maldito Balas, un policía fontanero demasiado celoso de su profesión que se erigió en molesto enemigo interno, el típico caballo de Troya introducido por la fachosfera según los rigurosos mentideros sanchistas. Entonces, Leire sale a la luz sin haberlo previsto, sorprendida con el traje del curro manchado por reuniones con un fontanero abogado y un empresario delincuente que organizaba fontanería de pleitos y estafas a la Hacienda pública. Se impone la urgencia de sacar a Leire del foco mediático, que parezca que los fontaneros no existen. La patética rueda de prensa de Leire que acaba huyendo ante la jugosa irrupción del comisionista Aldama y su desespero completa la imagen surrealista de un tardosanchismo en descomposición. Leire se da de baja del partido y entrega un pen drive donde guarda el contenido de sus investigaciones porque su única intención es publicar un libro. Resulta que no es fontanera sino periodista. Vaya casualidad. Los periodistas, camarada Leire, trabajan en otra rama de tu misma actividad. Son fontaneros de la verdad.