Opinión | RETIRO LO ESCRITO

Gente muy peligrosa

Son gente peligrosa, sin límites ni escrúpulos. No anhelan un país para todos. No admiten un país que no gobiernen ellos. Abominan a los electores de derechas y desprecian a los de izquierda y no entienden la democracia sino como veneno o sonajero. Tienen que irse y cuanto antes mejor.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / Fernando Sánchez - Europa Press

De repente algo ha cambiado. No es, propiamente, resultado de las grabaciones de Leire Díaz, de profesión fosa séptica, que trabaja casi inequívocamente para el PSOE. Por supuesto que es grave. En cualquier país decente Santos Cerdán hubiera dimitido. Pero resulta más decisivo el efecto acumulativo. A partir de cierto escándalo, el ciudadano, harto, recuperada la memoria y empieza a recordar. Pero si está imputada judicialmente la esposa del presidente del Gobierno. Pero si se ha dictado auto de procesamiento a su hermano.

Pero si el Tribunal Supremo investiga –con la autorización del Congreso de los Diputados a quien fuera secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, igual que a Koldo García, exportero de discoteca y conductor del auto con el cual Pedro Sánchez recorrió más de la mitad de las agrupaciones socialistas de toda España para ganar las elecciones primarias. Entonces el ciudadano se va colmando de ira, de desesperación o de desconfianza. Así ocurre ahora mismo con la mitad del país. Aun así el PSOE conserva en casi todas las encuestas alrededor de un 30% de intención de voto. El trasvase de sufragios desde la izquierda (en particular desde Sumar) le ayude a resistir.

Lo ocurrido el pasado fin de semana ilustra bien la actual situación la política española que avanza desde la debilitación de un Gobierno obcecado en el control político-institucional del Estado y en mantenerse aunque apenas pueda practicar política alguna a la degradación del sistema democrático y sus mecanismos de control.

Porque eso es lo peor del sanchismo: su sentido patrimonial de las instituciones del Estado y el objetivo central de eliminar contrapesos al poder ejecutivo, desde el control político de RTVE para desinformar e idiotizar a su público hasta el Tribunal Constitucional, pasando por el Banco d España o – a través de una fangosa reforma legislativa en curso – la esclerotización el poder judicial. En los últimos siete años el PSOE –encabezado por Sánchez y reducido a su claqué– ha dedicado la mayor parte del tiempo a eso: buscar su eternización, anclarse en la gobernanza.

Es un objetivo fundacional del nuevo PSOE que parte de un análisis realista, y no meramente del apetito de poder –ciertamente notorio – de su secretario general. El análisis es sencillo y responde a una obviedad socioelectoral: los socialistas jamás volverán a disponer de una mayoría absoluta. Y el PP tampoco. Como mínimo, si no media una reforma electoral harto improbable, necesitarán entre 20 y 25escaños ajenos para alcanzar el gobierno. Metabolizada tal realidad se ha trabajado en dos direcciones: abrir los pactos políticos y parlamentarios pagando cualquier precio –aunque amenace la misma unidad del Estado y la sostenibilidad financiera y fiscal del mismo – y cooptando todas las instituciones a su alcance.

El lubricante que se emplea en ambas líneas de trabajo son relatos, eslóganes e ideolectos fabricados una maquinaria propagandística basada en la confrontación política, el populismo asistencial y la crispación ideológica. El sanchismo es la renuncia a una vocación electoral mayoritaria. Es cortoplacismo en vena. Es la táctica chapucera y ruin elevada a estrategia guapa y genial, como el presidente. Es el mal menor frente a una derecha franquista, fascista, facinerosa, fatute, fanegas, fatal, que por ser derecha se merece seguir morando en las tinieblas exteriores eternamente.

Por ese camino han llegado a esparcir el bulo de que alguien de la UCO quería volar a Sánchez con una bomba. Aunque fue negado tajantemente por los periodistas que lo publicaron, los ministros han seguido escupiéndolo. Son gente peligrosa, sin límites ni escrúpulos. No anhelan un país para todos. No admiten un país que no gobiernen ellos. Abominan a los electores de derechas y desprecian a los de izquierda y no entienden la democracia sino como veneno o sonajero. Tienen que irse y cuanto antes mejor.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents