Opinión | A babor
‘Contratitos’
El caso de las mascarillas en Canarias no es otro capítulo más del esperpento pandémico español

José Luis Ábalos comparece en el Parlamento de Canarias. / Arturo Jiménez
A José Luis Ábalos le han llovido querellas, portadas y desprecios pero, al menos, ha tenido el coraje –o el instinto de supervivencia– de comparecer ante la comisión del Parlamento de Canarias que investiga la trama de las mascarillas y decir algo. Es bastante más de lo que han hecho los imputados que le precedieron. Él habló, se defendió, desvió la atención como pudo, pero dio la cara. Lo inaudito no fue su presencia, sino el silencio atronador del PSOE canario que parece haber asumido que su mejor defensa es mirar hacia otro lado, pese a que los contratos investigados salieron de su propia administración. No son ‘contratitos’, como deslizó con descaro el exministro: son más de 20 millones de euros en juego y un escándalo que tiene su epicentro en Canarias.
Ábalos negó hasta seis veces cualquier relación con el Gobierno de Canarias en lo referente a las contrataciones sanitarias durante la pandemia. Se aferró a su coartada: él se ocupaba de lo importante –la pandemia, el turismo, la economía– y no de los contratos de otras administraciones. Pero bajo su mandato se gestó una trama nacional que encontró en Canarias terreno fértil para crecer: aquí las relaciones políticas eran mejores, más estrechas, más confiadas. Tal vez por eso son tantos los beneficios de la empresa de Aldama y Koldo García que tienen origen canario. ¿Casualidad? A estas alturas es difícil creer en ellas.
Por eso, la clave no está en lo que dijo Ábalos –y en lo mucho que prefirió no decir– sino en lo que calla el PSOE canario. El mismo partido que gobernaba entonces y cuyo presidente, Ángel Víctor Torres, hoy ministro, aparece en grabaciones explicando a Koldo García que ya se han pagado las compras y por fin podrá descansar, o acabó aceptando haberse reunido con los empresarios adjudicatarios de los test serológicos impuestos a los viajeros que volvían a las Islas por Navidad. Esos mismos a los que poco después no lograba ponerles cara. La clave está en la aprobación de pagos millonarios a los colegas de RR7, sin verificar si las mascarillas llegaban, si eran adecuadas o si los contratos estaban inflados.
Frente a esas preguntas, silencio. En el PSOE canario actúan como si la cosa no fuera con ellos. Como si esta comisión parlamentaria fuese un teatrillo menor, un trámite incómodo. Nadie da explicaciones, nadie comparece motu propio, nadie asume ninguna responsabilidad política. No hay una sola palabra de autocrítica, ni una reflexión sobre cómo fue posible que en pleno estado de alarma se convirtiera al jefe de gabinete del presidente en jefe del Servicio Canario de Salud y al Servicio en un coladero de comisionistas, aventureros y empresas de dudoso recorrido. A este paso, habrá que dar las gracias a Ábalos por hablar, aunque sólo sea para negarlo todo.
El exministro, el hombre que convirtió a Sánchez en presidente no es un ningundi en estas lides. Y se le nota: ayer se desmarcó de las decisiones, de su asesor Koldo –presentado ahora como un modesto chófer ocasional–, del conocimiento de las empresas adjudicatarias y hasta de los contratos mismos. Eso sí, no pudo evitar el pequeño gesto de soberbia de dejar caer que, si hubiera querido, podría haber influido en muchas más contrataciones, porque el PSOE gobernaba en muchas más comunidades. Una forma sutil de decir «si me hubiera corrompido, lo habría hecho mejor». Seguro que sí…
Lo que sí resulta difícil de sostener es que todo lo ocurrido en Canarias fuera fruto de un cruce planetario inesperado. Que nadie supiera nada. Que los contactos entre Koldo García y altos cargos del Gobierno canario –la órbita presidencial, migrada al Ministerio, y en parte aún en activo– no tuvieran ninguna relevancia en nada de lo que ocurrió. Que después de los viajes y las coincidencias en hoteles, todo lo que vino después, las adjudicaciones exprés, los pagos por adelantado y la ausencia de controles, fueran decisiones administrativas. Yo no me lo creo. Lo que hemos visto tiene forma de trama, estructura de trama, beneficios de trama y protagonistas de trama. Los ‘contratitos’ son los ‘contratitos’ de una trama.
El rifirrafe con el pepero Enseñat fue el momento más salvaje del debate: Enseñat recordó que los ‘contratitos’ suman 20 millones de parné público. Ábalos respondió con sorna, pero no explicó cómo y por qué se eligieron esas empresas, por qué se adelantó el dinero, por qué no hubo controles, ni saltaron las alarmas. Es probable que Ábalos no sea el único responsable de todo lo que pasó, ni siquiera el principal.
Pero fue él quien puso a Koldo, ejemplo para la militancia, en el mapa, quien centralizó el poder durante lo más crítico del covid y quien manejó las relaciones con los gobiernos autonómicos. Su sombra (o la del chófer del Peugeot) está detrás de cada operación. Y en Canarias, donde el PSOE tenía mando en plaza, se movió mucho dinero, sin escrutinio ni trasparencia.
En fin: el caso de las mascarillas en Canarias no es otro capítulo más del esperpento pandémico español. Es una historia de latrocinio doméstico que exige una respuesta que debe salir de aquí. El PSOE canario no puede mantenerse parapetado en el silencio. Porque no se trata sólo de lo que hicieron los de fuera, sino de lo que hizo y dejó hacer el Gobierno de Torres. Y esa es lo que tiene que aclararnos la Comisión de Investigación.
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