Opinión | Análisis
Canarias se ama y se defiende, no se vende

Manifestación del 18M en Tenerife de 'Canarias tiene un límite' / Arturo Jiménez
Los motivos de la manifestación del domingo 18 de mayo no son nuevos, y de hecho con el lema Canarias tiene un límite hubo convocatorias similares el 20 de abril y el 20 de octubre de 2024 contra el modelo económico actual del archipiélago, sostenido en la turistificación, especulación, desigualdad y crecimiento desmesurado de una tierra muy limitada.
No fueron manifestaciones contra el turismo, como desde determinados foros alarmistas relacionados con la derecha, la ultraderecha y determinada prensa inglesa se ha intentado hacer creer, ni lo fue la del pasado domingo, ésta motivada, sobre todo, por la evidencia de que de nada sirvieron las anteriores porque las administraciones e instituciones aludidas las ignoraron y despreciaron, lo que ha aumentado la crisis socioeconómica y ambiental que padecen las islas, agravada por el desprecio a propuestas como la modificación de la Ley del Suelo o la vacía Ley de Residencia, lo que ha complicado el problema en lugar de solucionarlo, dado que, según Canarias tiene un límite, el turismo de masas agota los recursos y lesiona el modo de vida de los canarios, que, ante todo, quieren disfrutar pacíficamente de su tierra, y, sin embargo, ante sus ojos contemplan proyectos que les resultan ilegales mientras siguen adelante destruyendo el territorio insular.
Todo un contraste con el dato de que Canarias lleva 21 meses consecutivos recibiendo un millón de turistas extranjeros mensuales.
La realidad es que no toda la población conoce en profundidad las demandas de la plataforma convocante, y ahí me incluyo, pero, tras analizarlas detenidamente, entiendo que no solo no está contra el turismo, sino que en principio parecen sensatos, como la paralización inmediata de proyectos destructivos y derribo de aquellos ya declarados ilegales; Ley de Residencia; moratoria hotelera y vacacional; impulso a energías renovables sin dañar el territorio; máxima protección de espacios naturales; ley de restauración ambiental y de ecosistemas; soberanía alimentaria y energética; revisión y, en su caso, detención, si son innecesarios, de macroproyectos como trenes, carreteras, autopistas, puertos y aeropuertos; defensa del patrimonio cultural y social; detención inmediata de vertidos de millones de litros contaminantes al mar; y una tasa turística.
Apoyé la convocatoria del 18 de mayo convencido de que sus motivos son razonables, y les digo, el comportamiento de la gran mayoría de los asistentes, jóvenes en su mayoría, también abuelos, padres, hijos, nietos y familias enteras, resultó ejemplar. La alegría, paz y sonidos de pitos, cacerolas, chácaras, tambores, bucios y grupos musicales, según nuestra tradición, resultó agradable. Nada más llegar a la plaza Weyler, me pareció que había una gran participación festiva, y pronto un tranquilo río humano comenzó a avanzar por las calles Méndez Núñez, El Pilar, Castillo y la Plaza de España, al que se unieron otras personas en solidaridad con el pueblo palestino y contra el genocidio israelí en Gaza.
Se portaban pancartas y carteles para todos los gustos, desde muy críticos con el presidente del Gobierno de Canarias, la presidenta del Cabildo o algunos alcaldes sureños, hasta muy ocurrentes, como uno con el lema Por la cagada se conoce al pájaro, alusivo a obras muy cuestionadas como los puertos de Granadilla y Fonsalía, el hotel sobre las dunas de La Tejita, Cuna del Alma, el circuito del motor o una foto muy ilustrativa desde el mar de cómo era el frente litoral de Los Cristianos en 1920 y cómo es ahora con una montaña que no la han cubierto toda de cemento armado porque Dios es grande. Otra pancarta lamentaba que Más de tres años que no puedo ir a Masca y se me va la vida, o un cartel que porta en su espalda un niño a hombros de su padre con la inscripción Por favor, dejen algo para mi generación.
Sobre la participación ciudadana siempre se genera una guerra de cifras porque los organizadores la suben y los que la cuestionan la bajan, si bien hay un dato definitivo que vieron mis ojos: cuando la manifestación llegó a la Plaza de España, todavía salía gente de la plaza Weyler, confirmado por espectaculares imágenes aéreas, calculándose solo en Santa Cruz de Tenerife cerca de 20.000 personas, a pesar de que el día invitaba a la playa, y de hecho Las Teresitas estaba a rebosar.
La manifestación no solo recorrió todas las islas, también Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Granada, Pamplona, Santiago, incluso Berlín, lo que da idea de la importancia que en esas ciudades tiene el modelo turístico canario y la preocupación que genera.
En conclusión, el comportamiento de los manifestantes fue digno y ejemplar. Felicidades.
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