Opinión | Gaveta de Astrofísica

Elena Arjona Galvez

La astrofísica, el sexismo y el miedo a alzar la voz

CREAF y Javier Royo. Campaña #aquipasa para visibilizar la desigualdad de género en la ciencia.

CREAF y Javier Royo. Campaña #aquipasa para visibilizar la desigualdad de género en la ciencia.

Hace unas semanas se me ofreció la maravillosa oportunidad de escribir un artículo dentro de esta sección. Desde entonces, día sí y día también, he estado dándole vueltas a cómo quería afrontar esta oportunidad. ¿Quería escribir sobre mi ciencia? ¿Sobre el precario futuro que enfrenta un/a investigador/a en España? ¿O debería aprovechar este espacio para hablar abiertamente del sexismo que sigue impune en nuestro campo?

Como mujer en la ciencia, siempre hay una presión silenciosa, aunque constante, de visibilizar la desigualdad. Sin embargo, en un mundo académico liderado por hombres, donde cada oportunidad cuenta y cada palabra queda marcada, ¿es esto contraproducente?

Hace apenas unos días, mis compañeras y yo nos encontramos de nuevo con un caso discriminatorio. Y, como siempre, surgió el eterno dilema: ¿debemos denunciarlo públicamente, arriesgándonos a alimentar el ego de quien busca esa atención? ¿O, por el contrario, lo suyo es ignorarlo y agachar la cabeza, como tantas veces nos han enseñado a hacer? La realidad es que nunca hay una respuesta correcta. Las herramientas legales y administrativas para lidiar con estos comportamientos son, en el mejor de los casos, ambiguas. Y al final, todo recae en una misma: ¿cuánto estamos dispuestas a tolerar?

En los cuatro años que llevo en el mundo académico, he presenciado, y vivido, desde el primer día, situaciones que oscilan entre el acoso directo y el menosprecio disfrazado de opinión. He visto a compañeras valientes relatar sus experiencias mientras otros compañeros las interrumpían o directamente cuestionaban su veracidad. He asistido a charlas científicas donde se llegó a decir que “la cultura femenina y la ciencia son una combinación tóxica que choca con la libertad de expresión”. ¿Cuántas veces hemos soportado que categoricen como “libertad de expresión” comentarios que atentan contra nuestra dignidad y existencia? Ya escribía sobre esto Sandra Benítez Herrera en su artículo “Mujer tenías que ser”, allá por 2023. ¿Hemos avanzado en algo?

A veces me reconfortaba pensar que estas actitudes son los coletazos de una mentalidad que está en extinción. Pero entonces miro a mi alrededor, especialmente al contexto internacional, y ese consuelo se desvanece. Los recientes giros políticos en países como Estados Unidos, donde figuras como Donald Trump han vuelto a normalizar el discurso abiertamente misógino, nos recuerdan que los derechos y avances nunca están garantizados. Que lo que hoy damos por conquistado puede ser desmontado mañana con un tuit o una ley regresiva.

Y en ciencia, como en tantos otros ámbitos, ese clima de retroceso se filtra, quizás, demasiado rápido: más resistencia a aplicar protocolos de igualdad, menos financiación para programas que promueven la diversidad, y una peligrosa vuelta a la indulgencia hacia discursos que, con tanto esfuerzo, empezaban a ser inaceptables. No solo se nos cuestiona como investigadoras; se nos exige justificar constantemente por qué nuestra mera presencia no es una amenaza para “la objetividad científica”.

Quizás, con suerte, en el futuro pueda escribiros sobre los agujeros negros supermasivos dentro de nuestras galaxias y sobre el impacto que estos tienen en la formación de distintas galaxias, o sobre las maravillosas formas que tiene el ser humano de medir el tamaño de las galaxias, tan dependientes y cambiantes como el desarrollo de nuestros telescopios. Sin embargo, hoy he decidido usar mi voz no para hablar de galaxias, ni de telescopios, ni de agujeros negros. Hoy hablo desde el cansancio, pero también desde la convicción de que callar nunca es una opción. Porque si algo nos ha enseñado la historia, y también la Astrofísica, es que nunca hay que dejar de cuestionarse la realidad en la que vivimos, y que la oscuridad solo se disipa cuando alguien enciende una luz.

Elena Arjona Galvez. Nació en Herrera, Sevilla. Tras graduarse en Física por la Universidad de Sevilla, cursó un Máster en Astrofísica por la Universidad de La Laguna, especializándose en astrofísica computacional. Actualmente está realizando su último año de doctorado en el Instituto de Astrofísica de Canarias, estudiando cómo los agujeros negros supermasivos en galaxias poco masivas afectan a la formación y evolución de éstas.

***Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez.

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