Opinión | Reflexión

Joe Biden no reconoció a George Clooney

Archivo - El expresidente de EEUU Joe Biden.

Archivo - El expresidente de EEUU Joe Biden. / Sven Hoppe/dpa - Archivo

Un avión de Lufthansa con 205 pasajeros a bordo sobrevoló España durante diez minutos sin ningún humano pilotando el aparato. Es decir, el comandante es una ficción. Esta sublime parábola singular se transforma en vértigo global al recordar que el planeta entero estuvo presuntamente gobernado durante cuatro años por un Joe Biden ausente, y ahora enfermo de gravedad. Pecado original ha sido la bomba en forma de libro que ha denunciado la carencia de pilotaje durante años en la Casa Blanca, desde la inconsciencia presidencial y la plena consciencia de los subordinados responsables de denunciar la situación. Todo ello, mucho antes del debate sin palabras contra Donald Trump.

La prueba de cargo definitiva del libro es una cena de recaudación de fondos para los Demócratas, en la que el presidente Biden no reconoció a George Clooney. Tuvieron que recordarle de quién se trataba y a qué se dedicaba. En efecto, es el mismo actor que poco después publicaría una tribuna en el New York Times que supondría de facto la expulsión del aspirante a un segundo mandato. El fracaso no fue la sustitución apresurada, sino el mantenimiento de una mentira a largo plazo.

Aquí llega el inevitable giro en la historia, supongamos que Biden tenía razón. Ya nadie necesita reconocer y menos admirar a Clooney. Cada vez es un desconocido para más gente, encueste a los adolescentes a su alrededor que no beben café en cápsulas. Y si le acomete un arrebato de sinceridad, pregúntese usted mismo cuándo vio la última película del galán en una sala, o revisó su Oscar de interpretación por... ¿cómo se llamaba? Por desgracia para la consistencia social, no se trata de una excepción. La última película de Clooney y Brad Pitt se fue directa a la basura del streaming, no vale la pena ni nombrarla. Hemos asesinado a los mitos, con la salvedad de los aburridísimos deportistas que equivalen a regresar al cine mudo. Pagaremos el precio de volar sin pilotos falsos pero familiares, la alternativa a los ídolos es el vacío que notamos bajo nuestros pies.

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