Opinión | Canarismos

Agaete, míralo y vete...

Agaete, Gran Canaria.

Agaete, Gran Canaria. / El Día

..., que si no, te ponen ‘nombrete’

El dicho advierte al forastero de procurar permanecer en este lugar lo menos posible vista la fama que tienen en esta localidad de poner dichetes. «Nombrete» o «dichete» se emplean en el español de Canarias para referirse al apodo que se les da a las personas, bien por adolecer de algún defecto físico, psíquico o por cualquier otra circunstancia o característica singular o de un hecho que hayan protagonizado y que se rememora a través de este mote. El nombrete muchas veces se hace extensivo a la saga familiar y tiene siempre un carácter peyorativo o burlesco. Son sinónimos de nombrete los términos «dichete», del portugués ‘apodo’ y «dictado» (mote o apodo). Los nombretes suelen acompañar al nombre y es el modo más común de hacer referencia a un individuo en particular cuando no está presente (v.gr.: Chago el mundicia) y adopta un carácter identificativo determinante, despejando cualquier duda de que no se trate de otra persona. Frecuentemente en las comunidades rurales, ámbito cultural, junto a los pueblos y barrios de la periferia urbana, donde todavía se estila el «poner nombretes» (aunque se trata de una costumbre en franco retroceso) se da la circunstancia que muchos personajes populares son más conocidos por el nombre de pila acompañado del nombrete que por el apellido. Los nombretes pueden observar un tono o sentido gracioso, a veces ingenioso, pero siempre burlesco [como: el diezmil, mote que han heredado varias generaciones y se explica porque el abuelo se ganó diez mil pesetas, «de las de antes», en la lotería]. Pero el nombrete, muchas veces, puede tener connotaciones ofensivas, son los casos que reseñan atributos, características o actitudes que recuerdan ciertas especies animales, y que en muchos casos se extienden al grupo familiar, como: los mulos. El vulgo (o la chiquillería) se muestra cruel al crear dichetes hirientes e innecesarios, inspirándose en alguna característica o en un defecto físico del sujeto: el cojo, el camba(d)o (para señalar a la persona que presenta ciertas malformaciones de nacimiento), el panbufo o el gordo (para referirse a un niño obeso).

Ahora bien, hay que distinguir algunas figuras afines que se diferencian del nombrete por su uso e intencionalidad. Estas son, los que identifican a una persona refiriéndose a un rasgo físico (no peyorativo, sino neutro) por la que es nota: Pancho el rubio; los apelativos que hacen referencia a oficios, actividades artesanales o profesionales que se forman con el diminutivo del nombre del sujeto, señal de deferencia y respeto hacia las personas mayores y a las que se les reconoce cierta autoridad (a veces precedido del término «maestro») y seguido de la profesión u oficio que ejercita: maestro Juan el herrero o Pepito el latonero. Y por último están los apelativos formados por nombres de progenitura (que indican la casta de procedencia) muy común en nuestros pueblos: «Juan el de Teresita», de lo que resulta que Teresita es la madre de Juan. Siendo esta una forma típica de identificación de un individuo por el linaje materno (si bien notamos que, en ocasiones, se emplea también esta fórmula de designación/identificación para referirse al marido: «Bartolo el de Lolita»). Estas tres últimas categorías quedarían fuera del concepto nombrete, pues falta un rasgo fundamental que las diferencia, esto es, la ausencia de un sentido burlesco.viene, el que decía que no.

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