Opinión | Crítica de cine
'Destino final: Lazos de sangre': Mil maneras de morir
Siempre he sospechado que los guionistas de la saga Destino final eran sus seguidores

Una escena de la cinta. / El Día
En su momento llegó a emitirse (desconozco si aún se sigue haciendo) un programa televisivo titulado 1.000 maneras de morir. Se trataba de una producción estadounidense dedicada a explicar las más insólitas y sorprendentes formas de fallecimiento. Poseía un tono entre la comedia negra y el entretenimiento incómodo a través de la angustia, habida cuenta de las macabras vías expuestas por las que perder la vida. Siempre he sospechado que los guionistas de la saga Destino final eran sus seguidores y se inspiraban en aquellos episodios para trasladar después a la pantalla grande los diversos métodos ideados para agonizar y perecer.
Destino Final inició su andadura en el año 2000, estrenándose sus secuelas en 2003, 2006, 2009 y 2011. Ahora se presenta su sexta entrega: Destino final: Lazos de sangre. Destinada a un público juvenil y con la pretensión de mezclar terror y desenfreno, se desarrolla sobre esa incierta línea que pretende aunar humor y terror, una combinación sin duda compleja. El serial nunca llegó a alcanzar un gran éxito de taquilla, si bien los ingresos han superado los costes en cada largometraje. Por lo tanto, atendiendo estrictamente al punto de vista de la rentabilidad, debería haber terminado hace tiempo.
Sin embargo, determinado público encuentra excitación y deleite ante tan rocambolescos accidentes que terminan en un baño de sangre. Personalmente, me cuesta aceptar semejante punto de partida, centrado en explotar la fragilidad de la vida, por más que actualmente esta fórmula esquilmada y sin apenas interés resulte amena para algunos espectadores.
Acosada por una aterradora pesadilla recurrente, una joven estudiante universitaria vuelve a su hogar para buscar a la única persona que podría detener la terrible amenaza que acecha a su familia. Mientras lucha por comprender el misterio que esconden sus sueños y la oscura conexión con su destino, habrá de enfrentarse a sus miedos más profundos y descubrir cómo romper el ciclo de muerte que se cierne sobre ellos.
Ciertamente, en este último proyecto no se aprecia un pronunciado declive con relación a los anteriores, ya que mantiene el nivel de sus predecesoras. Pese a un montaje efectivo y una narración coherente, mi desconexión estriba en la ausencia de atractivo de la historia. No descarto que la explicación se halle en un desfase generacional por mi parte pero, incluso si me retrotraigo un cuarto de siglo a aquel primer visionado, mantengo idéntico distanciamiento ante una propuesta que, al menos por entonces, sí consideraba más original. Calificado como un serial de “segunda clase”, así como de consumo fácil y rápido, confío en que no se contemple la posibilidad de un séptimo rodaje, dado que existen otras alternativas para dedicarse al cine de terror.
Figura en el reparto Tony Todd, un habitual del género quien, además de participar en las cintas anteriores de la saga, aparece también en la de “Candyman” y en la versión de “El cuervo” de 1994. Debutó en 1986 a las órdenes de Oliver Stone en “Platoon”, trabajando a continuación con Clint Eastwood en Bird. Le acompañan Brec Bassinger (A 47 metros 2: el terror emerge), Richard Harmon (El secreto de Adaline), Rya Kihlstedt (Deep Impact) y Teo Briones (Wind River).
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
Título: Destino final: Lazos de sangre
Dirección: Zach Lipovsky y Adam B. Stein
Intérpretes: Tony Todd, Brec Bassinger, Richard Harmon, Rya Kihlstedt, Teo Briones
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