Opinión | Curva a la izquierda
Bancos: el arte de encabronar

Los bancos deben informar sobre los movimientos que superen los 3.000 euros. / ED
No eran las siete y cuarto de la mañana y el teléfono ya estaba vibrando. Por el rabillo del ojo, medio leo algo que tenía que ver con el banco. ¡La madre que lo parió! para un día que tenía un sueño agradable... en fin, que sabedor de que no iba a poder reengancharme a la historia, aunque me volviese a dormir –solo lo he conseguido en dos ocasiones- pues... qué se le va a hacer, arriba España.
Y no. No me llamaban del banco. Era fuego amigo. O eso creo. Les cuento: Tras años de reclamaciones para que me devolvieran los gastos indebidamente cobrados al firmar la hipoteca, me contestan, con toda su jeta, que hace más de cinco años que les hice una primera reclamación y que ya me habían contestado por aquel entonces (me contestaron que no procedía ninguna devolución) y que ahora, “al haber presentado nueva demanda, con la misma solicitud de nulidad y devolución, habiendo transcurrido más de 5 años desde que realizó la primera reclamación, debe por tanto entenderse prescrito su derecho a reclamar dicha devolución”. ¿Es posible mayor descaro? Me lo deniegan en su primera respuesta y ahora... no argumentan que no procede, si no que ha prescrito... ¿Y las reclamaciones intermedias a las que no se han dignado responder? Pues eso, que los que me despertaron eran unos abogados que se ofrecían a reclamarme la devolución a pesar de la negariva del dichoso banco. Y a los que no tenía que pagar nada porque sus honorarios se los cobrarían al banco. ¡Aleluya! A ver si es verdad.
Cada vez que intento entender cómo funcionan estas entidades, me siento como si estuviera leyendo un manual de instrucciones de un cohete espacial. A pesar de leer, y leer, y leer, sigo sin comprender cómo es posible que la banca española esté facturando más año tras año. Pero, claro, sigo ahí descabezándome tratando de que todo eso me cuadre, mientras me repito «no te enfades, no te enfades» como si fuera un mantra.
Y es que, aunque afable y educado en las formas, sinceramente, ¡me hierve la sangre! Cada vez que tengo que poner un pie en un banco por no hablar de los trámites online, siento que estoy en una sala de tortura del siglo XXI. ¡Es como si te cobrasen por respirar! Ojo, no tengo nada en contra de que los bancos ganen dinero, al fin y al cabo, como cualquier empresa para eso están, pero taaanto... Mientras ellos se forran, veo cómo mi madre –que ya cumple 90 años, felicidades mamá- se lleva un «sablazo» en comisiones por el simple hecho de tener su pensión en ese banco y que para rebajarlas la obligan a tener un seguro con ellos.
Ya sé que esos “modestos” ingresos no son la causa de los beneficios astronómicos que están obteniendo, pero no deja de ser frustrante aceptar que quienes mueven los cuartos ajenos ganan y tienen más dinero que nunca, y quienes administran lo suyo, lo que han ganado con no pocos esfuerzos, cada día tienen menos capacidad económica. Y una vez que me vuelvo a calentar, recuerdo que tengo que «elegir mis batallas», como dicen los yanquis. Que enojarme por algo que no puedo controlar no conduce a nada más que a perder el tiempo y a una migraña. Pero uno todavía se siente mal por haber permitido que eso ocurriera, especialmente cuando recuerda aquel rescate histórico del sistema bancario español en 2012, mientras casi el cuarenta por ciento de los pensionistas no llegan a fin de mes. Y para estos... hay pocos salvavidas...
adebernar@yahoo.es
PD García Márquez escribió que la poesía es “esa energía secreta de la vida que cuece los garbanzos en la cocina”. En esa percepción que fusiona misticismo y realidad cotidiana, está el espacio donde Pepe Mujica demostró ser la mayor expresión de honestidad política e intelectual. Ejemplo de vida inigualable e irrepetible. DEP
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