Opinión | RETIRO LO ESCRITO
Tercera manifa
Lo positivo de las manifestaciones ha sido expresar el malestar creciente sobre un modelo de turismo intensivo con un alto costo energético y medioambiental

Manifestación del 18M en Tenerife de 'Canarias tiene un límite' / Arturo Jiménez
Por supuesto, lo primero, alejarse de la patética batalla de las cifras. Ayer, desde el mediodía, una amplia colección de aficionados a la estadística recreativa anunciaban en Twitter (después X) que eran «por lo bajo» más de 100.000 personas las que se agolpaban en el centro de Santa Cruz de Tenerife bajo la convocatoria del «movimiento ciudadanos» Canarias tiene un límite. La Delegación del Gobierno habló de 15.000 manifestantes en Santa Cruz de Tenerife y unos 5.000 en Las Palmas de Gran Canaria; si se ajustan estas apreciaciones con los parámetros de medida usuales salen 11.000 en una capital y unas 3.500 en la otra. Son cifras inferiores en la de las dos manifas anteriores, pero no son cifras insignificantes. Esa asimetría en el apoyo a la convocatoria entre Tenerife y Gran Canaria sigue siendo muy llamativa, cuando el mayor atentado contra la biodiversidad y el medio ambiente en el país se está produciendo en vivo y en directo gracias al proyecto de la central de Chira. Pero por alguna misteriosa razón lo de la Tejita es un atentado ecológico criminal y en cambio arrasar la riqueza biológica del barranco de Arguineguín se reduce a una anécdota local más o menos pintoresca. Actualmente no existe ningún proyecto turístico con tanto potencial destructivo en un ecosistema canario como la central derivada de la obsesión charlatana de Antonio Morales, asombrosamente apoyada por todas las fuerzas políticas representadas en el Cabildo grancanario. Pero sobre el desafuero de Chira, ni una palabra en ninguna manifa.
Menos gente y más crítica al establishment político. A los empresarios no, por supuesto. Los malvados empresarios siempre se diluyen en alguna metáfora y no tienen nombre y apellidos, tal vez porque lo que sí tienen, obviamente, son abogados. Insultar a los políticos sale gratis, un ejercicio más melancólico que resolutivo, como estar jurungando en blogs y redes sociales de periodistas o replicar sus artículos, que no lee nadie y por eso, claro, merecen augustas réplicas, como suele hacerlas un viejo pendejo y sinvergüenza que no me ha perdonado que hace veinte años lo llamé tonto. Sigan jurungando. Sigue pendejeando.
También se ha intensificado el dramatismo en las declaraciones, eslóganes y pancartas. Una señora, que expresó el editorial de la manifestación sobre sí misma, indico micrófono en mano que el turismo «nos está matando» (sic). Imagino que se refiere a los canarios. Otro grito repetido en varios lugares es que los isleños nos habíamos convertido en esclavos (sic) de los europeos. Lo positivo de las manifestaciones ha sido expresar el malestar creciente sobre un modelo de turismo intensivo con un alto costo energético y medioambiental que, por sus características estructurales, proporciona empleo y amplía y dinamiza el sector servicios, pero obstaculiza la redistribución de la riqueza. Lo negativo – casi inevitablemente – es la simplificación, la caricatura, la extensión de un pensamiento mágico según el cual basta la voluntad política para resolver todos las negatividades de la actividad turística. La verdadera política es la que se diseña y aplica, precisamente, cuando no basta la voluntad política, que es casi siempre. Entre 2019 y 2023 las plazas hoteleras y extrahoteleras de Canarias descendieron un 8%. De aquí a finales del próximo año se recuperaran casi un 5% .
El turismo es simultáneamente parte sustancial del problema de Canarias –baja productividad, sueldos insuficientes, costes de la vivienda y del alquiler, consumo energético, polución -- y parte sustancial de la solución (no hay recambio de motor económico a largo plazo). Exigir críticamente a la clase política una política reformista (que en algunos aspectos está germinando tímidamente) es una virtud cívica. Suponer que la legitimación democrática reside compulsivamente en las manifestaciones y que el cambio es cosa de buen rollo, indignación moral y cuatro ocurrencias es un ingenuidad, cuando no pura trapacería. Lo mismo hace un año como ayer mismo.
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