Opinión | Editorial

Descenso dolorosos, pero reversibles

El Tenerife y la UD son dos sociedades anímicas antes que anónimas, dos equipos por encima de sus circunstancias en los que el sentimiento supera a cualquier otra cosa. Aparentemente la rivalidad marca distancias, pero en realidad los une como motor de progreso para las Islas

FC Cartagena - CD Tenerife

FC Cartagena - CD Tenerife / Agencia LOF

El fútbol en Canarias queda tocado con los descensos de la UD Las Palmas y del CD Tenerife. Ni nostalgia ni sueños, el fútbol es presente. Empieza ahora un tiempo nuevo para ambas entidades. El fútbol, la religión moderna, es lo más importante de las cosas menos importantes, sentenció un sabio entrenador llamado Arrigo Sacchi. El espectáculo trasciende lo deportivo. Estamos no solo ante un fabuloso negocio sino también ante una referencia simbólica. Los pueblos hacen de sus equipos una seña de identidad y tanto la UD como el Tenerife nos ayudan a contar quienes somos. Por eso, los éxitos y los fracasos de la UD Las Palmas y del CD Tenerife tienen trascendencia para Canarias.

Y es que el deporte es una representación de la sociedad en la que vivimos. Un pequeño sistema que no escapa a los valores o contravalores presentes. El triunfo y la derrota son efímeros y por ello debe quedar algo más que las lágrimas y decepciones en los triunfos y derrotas. El deporte y su organización en cualquiera de las manifestaciones en las que se proyecta hacia la sociedad requiere de estructuras y personas que contribuyan a construir caminos sólidos, en este mundo en el que se ha impuesto la inmediatez del ganar o perder, se ha perdido la visión y el propósito de evitar lo efímero.

UD y Tenerife son dos mitades gemelas que alumbran el Archipiélago entero. Los corazones de todos los canarios son de uno u otro equipo en un porcentaje similar. Una afición entregada, herida en su orgullo, pero esperanzada con la idea de que los dos clubes están dispuestos a empezar de nuevo para estar entre los líderes. Asumir responsabilidades y errores es un buen punto de partida, pero no basta. Hay que planificar y no dejarse llevar por la emotividad.

Por esos premonitorios caminos del destino, el mismo año que se anuncia que el Mundial de Fútbol de 2030 tiene una de sus sedes en Canarias, los dos equipos más representativos del fútbol regional, la UD Las Palmas y el Tenerife, descienden de categoría con unas temporadas para olvidar.

La competitividad también se mide con el balón. A nadie se le esconde que la fortaleza deportiva, sea cual sea la modalidad, constituye una inyección de optimismo que alcanza también a la estructura socioeconómica. La influencia al respecto puede ser difícil de objetivar con unos porcentajes exactos, puesto que se habla sobre todo de ilusión y de elevación de la autoestima, por citar dos efectos.

Entre la colección de tópicos, uno de los preferidos e invocar a los hados o a los árbitros. La suerte poco o nada tiene que ver con el rendimiento. El fútbol no engaña, el triunfo surge del talento y del sacrificio, como en la vida. Solo existe una pócima para transformar en realidad los anhelos: la mezcla de esfuerzo y trabajo. El deporte es uno de los medios más eficaces para la cohesión y proyección social. Canarias se ha convertido en un referente a nivel nacional e internacional en este ámbito, tanto por la cantidad de deportistas y clubes que participan en las distintas competiciones como por la diversidad de eventos que se organizan y en los que participan deportistas de diferentes nacionalidades.

La UD y el Tenerife son dos sociedades anímicas antes que anónimas, dos equipos por encima de sus circunstancias en los que el sentimiento supera a cualquier otra cosa. Aparentemente la rivalidad marca distancias, pero en realidad los une como motor de progreso para las Islas. La meta a la que más pronto que tarde deben volver UD y Tenerife es clara: el ascenso y la consolidación económica. Hay tiempo antes del Mundial de 2030 para llevar al fútbol canario a la categoría que se merece. Aquí nos emplazamos para resaltarlo.

Más allá de la derrota, de la que siempre se quiere alejar la competición deportiva, es necesario insistir en los valores. No todo se basa en la fiesta vacua y en los resultados tangibles de la misma. El deporte, el fútbol sobre todo por su capacidad movilizadora, se ha convertido en un elemento indispensable para la educación y la salud. La transmisión y práctica de valores, así como la preocupación por la calidad de vida de las personas, ha hecho que cada vez se diversifique su práctica. En el ámbito escolar, como medio para el envejecimiento activo, en la vida de algunas personas con discapacidad, como factor de identidad en una sociedad o para el disfrute como espectáculo en el que el récord, el dinero en fichajes o derechos de televisión y la celebración del triunfo, lo convierten en la exaltación más mediática del siglo XXI.

El baño de realidad que ha caído sobre las aficiones de la UD y el Tenerife, más grave en el caso del representativo tinerfeño, no debe ser un pasaporte al desencanto. Se trata de un punto de inflexión para reclamar más aciertos y nuevas estrategias que nos alejen de la equivocación.

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