Opinión | Venga, circule
Anuncios contra anuncios
No recuerdo cómo era la vida sin tantos anuncios en todas partes. Sé que existieron tiempos mucho mejores, años dorados en los que se podía ver una película o una serie sin interrupciones

Anuncios contra anuncios. / El Día
He perdido un poco la cuenta de las plataformas de contenido audiovisual a las que estoy suscrita. Creo que las tengo todas. Es terrible. Ni siquiera consigo ver un 1 % del contenido que ofrecen porque otro de mis defectos consiste en volver a ver, una y otra vez, las cosas que me gustaron en el pasado. Mis amigos se llevan las manos a la cabeza con esto porque muchos de ellos han decidido dejar de pagar para ver series o películas y han vuelto a la noble tarea del pirateo. En la era de internet hemos de admitir y aceptar que una vez que algo se crea y sale al mundo no hay forma real de evitar que se piratee. A mí me avergüenza un poco admitirlo pero ya no tengo la paciencia y la pericia que tenía cuando era adolescente, ya no sé cómo se puede uno bajar una serie o una película a pesar de que me lo han explicado diecisiete millones de veces. Prefiero pagar los ocho o diez euros por simple pereza, la verdad. Lo que más me frustra no es ver cómo esos ocho euros aquí, cinco allá, diez en esta otra y así ad infinitum se van apilando, sino el hecho de tener que ir de una aplicación a otra para ver qué contenido hay. De vez en cuando llego a algún clip en redes sociales de algo que me llama la atención lo suficiente como para buscarlo en casa, pero el tener que averiguar en qué aplicación está me agota. Preferiría pagar lo mismo y que todo estuviera en el mismo lugar. Me hago mayor y mis manías no hacen más que acentuarse. Termino aburriéndome de la navegación de una app a otra tanto como me aburro cuando me digo a mí misma que debería bajarme ese anime como está haciendo todo el mundo en vez de pagar por Crunchyroll.
Diría que de todas las aplicaciones que tengo instaladas en la televisión esta es la mejor porque no tiene anuncios y no me molesta ni me persigue con notificaciones cada día para que cambie a una suscripción superior. Noto la diferencia cuando uso las otras, el bombardeo de publicidad es constante. Me resulta insoportable. No recuerdo cómo era la vida sin tantos anuncios en todas partes. Sé que existieron tiempos mucho mejores, años dorados en los que se podía ver una película o una serie sin interrupciones. Las plataformas audiovisuales nunca prometieron una experiencia similar o superior a la de una sala de cine, pero sí vendían la paz de no tener que lidiar con pausas publicitarias de cinco o siete minutos como solía suceder en determinadas cadenas de televisión. Vivimos una época en la que las canciones no se pausaban de manera automática para dar paso a una voz turboalienígena que intenta venderme tests de embarazo o compresas -averiguó Internet que me identifico como mujer, qué remedio- y Youtube no estaba plagado de profesores de inglés venidos a menos o cryptolerdos al borde de la prostitución con tal de conseguir captar a un bobo o una boba más en uno de esos cursos «para convertirte en un gran trader». No termino de ver clara esa necesidad casi magnánima de compartir con el populacho, previo pago de una cantidad de dinero equis, los secretos que les llevaron a volverse ricos de la noche a la mañana invirtiendo cien euros en monedas que no significan mucho en la cola del supermercado o durante un apagón. Si tanto dinero has conseguido hacer ¿por qué estás en Youtube importunando a personas que, como yo, solo queremos terminar de ver un tutorial de montaje de estanterías Billy del IKEA? Me sumerjo en un mar de preguntas ergo existo. Claro, entiendo que puedo deshacerme de los anuncios si me suscribo a las opciones más caras de los planes de las aplicaciones que uso cada día, pero es que ya estoy pagando una suscripción. Se suponía que ese era el trato: a cambio de ocho o diez euros al mes para ver un par de películas o escuchar algunos discos mientras alimento a los algoritmos de tu aplicación tú, como empresa, me dejas tranquila y no me molestas. Sobre este pacto se construía la diferencia con los medios tradicionales.
Y ahí va otra guerra que perdimos. He perdido la cuenta de cuántas llevamos ya.
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