Opinión | Risas y fiestas
Profesores y poder

Profesores y poder / El Día
Profesor-alumnado. Relación de poder. Y estas relaciones siempre deben estar equilibradas por la responsabilidad de quien ostenta el poder. Y a veces, cuando ese desequilibrio no ocasiona daños a la integridad física o no está penado por la ley, parece que el deber de esa responsabilidad se vuelve estéril, cállate la boca porque nadie te ha hecho ningún daño y esto es lo normal y sucede en todas partes y es lo que hay y: el poder no responsable llama al silencio porque llama al miedo. Llama al miedo que el alumnado, por ejemplo, dependa de la nota que el profesor puede ponerles o no ponerles, del pase que el profesor puede darles o no darles para superar una asignatura que deben superar sí o sí. Y también que el alumnado esté ahí clavado en una estructura en la que tú, profesor, siempre vas a tener la razón. En la que tú, profesor, hablas y yo te escucho y tú a mí no. En la que tú, profesor, sabes que lo que estás haciendo está mal y yo no, porque tú eres un adulto formado y yo no, porque tú me ves a mí como un número y yo a ti como una institución, porque tú, de hecho, la gran mayoría de las veces, tienes detrás una institución que te apoya más a ti que a mí. Porque tú, de hecho, conoces el funcionamiento del sistema, del mundo, de lo justo o lo injusto, de lo normal o lo normalizado, muchísimo mejor que yo, que debería aprenderlo de ti.
Por supuesto, hay bastantes escenarios en los que se protege al alumnado de un profesor que está haciendo algo malo. Pero ¿qué pasa con los malos usos del poder que no se materializan en un ítem de una lista concreta? ¿Con los comentarios que destrozan tu trabajo delante de todo el mundo de mala manera y para generar quizá no necesariamente una sensación de inferioridad en ti, quizá más bien una sensación de superioridad en el otro, y al final es lo mismo, al final tu dolor de barriga es el mismo? ¿Con los contenidos bien trabajados, útiles, que se sustituyen por charlas larguísimas sobre las hazañas del profesor en cuestión, y luego tú yéndote a tu casa siendo consciente de que ese tiempo que te requiere el sistema educativo no te ha servido para nada pero tienes que plegarte a él porque necesitas aunque sea un cinco? ¿Con los suspensos por tonterías que se podrían arreglar fácilmente pero claro que no (de esos viví unos cuantos, la verdad, y el paso del tiempo me deja ver que efectivamente eran tonterías que no tenían nada que ver con las asignaturas)? ¿Con los «métodos» basados en meter miedo y convertirse en una especie de jefe de videojuego cuyas normas tienes que aprender muy rápido porque si no te fastidiaste? ¿Qué pasa con todos esos profesores que nos enseñan a achicarnos ante el poder en vez de a esperar y ejercer esa responsabilidad que debe acompañarlo siempre?
¿No nos cambian para bien, de hecho, muchos profesores que sí que entienden el alcance de esa asimetría y lo usan a favor del alumnado? Me gustan muchísimo las historias de profes que le mejoran la vida a alguien. Yo misma lo he experimentado. Al final, supongo que, cuando enseñas, tienes sobre ti el peso de: esto que estoy diciendo ahora quizá para mí es un comentario más en mi día, pero, para estas personas que están en una etapa absolutamente distinta, es posible que sea una hormiguita perseguidora para siempre. Una máxima vital. O una sensación regidora de otras sensaciones futuras. Tener eso en cuenta es acoger la fragilidad ajena. Lo otro es traicionarla y utilizarla.
Lo que quiero decir con todo esto es: tengo muy claro que el profesorado también nos enseña cómo merecemos ser tratades «desde arriba».
Y eso marca mucho más de lo que parece.
Para bien o para mal con las mismas intensidades.
Este miércoles, se hizo pública la apertura de un expediente informativo a un profesor de la facultad de Periodismo de la Universidad de La Laguna que recibió una denuncia en redes por vejaciones al alumnado y abuso de poder. Me alegro muchísimo de que les alumnes (y especialmente la alumna que se atrevió a abrir el melón) hayan podido entender que pueden contar ese abuso de poder. Que es importante e injusto. Y me alegro precisamente por esto que acabo de pensar en voz alta sobre el poder en el profesorado en general: el alumnado está muy desprotegido ante prácticas que nos venden como normales. Yo estudié en esa facultad hace diez años, y me siento un poco esa adulta que reconoce una madurez distinta, quizá con más oportunidades para una lucidez mejor, en una generación más joven. Todo mi apoyo, siempre, para cualquiera que se meta en la difícil tarea de señalar abusos de poder que el propio poder entierra en sí mismo.
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