Opinión | LIMÓN & VINAGRE
Belén Esteban es un servicio público

La colaboradora de televisión Belén Esteban.
No sabemos si Belén Esteban llegará al final de la semana en La familia de la tele, el programa con el que Televisión Española apuesta por la telebasura incinerando el prestigio que le queda como servicio público, cuando hasta Telecinco, que parió el concepto, se ha pasado al reciclaje por amor al planeta. Si se cumplen los más negros augurios, va a acabar en el contenedor del plástico el pastiche liderado por la ex de Jesulín de Ubrique junto con María Patiño, Inés Hernand, Lydia Lozano, Aitor Albizua y un inacabable elenco de colaboradores couché. Solo falta que León XIV descalifique su trabajo desde el púlpito después de que sindicatos, servicios informativos, exprofesionales legendarios de la cadena y hasta diputados del PP expertos en sobremesas hayan considerado el espacio como una atrocidad y una expresión de máxima decadencia.
La Familia Monster, que así lo han rebautizado, es el canto del cisne de Pedro Sánchez en formato de tertulia enloquecida y chabacana, plato principal en un canal desnortado del que la audiencia huye. La audiencia más vulnerable, además, la que se sienta después de comer a echar la tarde en el sofá porque es lo que se puede permitir y que prefiere apagar la tele después de la novela por no aguantar semejante turra. Que aburre y no innova, por mucho que se esfuercen intelectuales de la comunicación en defenderlo invocando el sagrado nombre del entretenimiento y la cultura popular.
Vaya por delante que no hay nada que reprochar a los miembros y miembras de esa Familia que nunca han querido emular a los invitados de La Clave de José Luis Balbín, o a los de Redes de Eduard Punset, ya sabía el presidente del ente José Pablo López lo que contrataba. Pero si cuando reinaban en Sálvame le quedaba al espectador el recurso soberano de hacer zapping y no tener nada que ver con los lodazales viscerales de telemamachicho, ahora hay que fastidiarse y sufragar ese formato periclitado con nuestros impuestos. Que también se invierten, para qué nos vamos a engañar, en pagar sueldos de amigas entrañables del ex ministro Ábalos, que a cambio no acudían a trabajar en empresas dependientes de Transportes. Así va Renfe como va.
Que se lo digan a Belén Esteban (Madrid, 51 años) que el famoso lunes negro cuando robaron el cobre de las vías del AVE regresaba de la comunión en Sevilla de un pariente de Anabel Pantoja, su amiguísima, y se encontró tirada y sin información. Estalló contra Óscar Puente, un servicio público contra otro servicio público, o un choque de trenes, lo que se prefiera. Porque así es ella, una guerrera y una rebelde con múltiples causas, que no se calla una.
La Esteban, también conocida como La Princesa del Pueblo, no necesita presentación. Es un icono pop estudiado en universidades y responsable de dichos y hechos bien instalados en el imaginario colectivo hispano: "Ni que fuera yo Bin Laden"; "Andreíta, cómete el pollo" o "Yo por mi hija ma-to". De extracción humilde, resuelta y sin filtros, conoció la fama como novia del torero Jesulín de Ubrique y madre de su primera hija, pero sobre todo después de su separación, cuando se enfrentó a él y a toda la familia Janeiro, que es de traca. Ahí nació el fenómeno televisivo que ha compartido plató con los grandes de los magacines, y luego se hizo indispensable en toda propuesta que tuviera que ver con el salseo y el lado rosa de la vida. Polifacética, ha ganado concursos como ¡Más que baile!, Gran Hermano VIP 3 o La última cena.
Hasta que cerró Sálvame y dejó a todos sus náufragos en el paro, Telecinco la mimó encomendándole espacios para ella sola: Los ojos de Belén, Belén a bordo o Lo de Belén. Dices Belén, y 9 de cada diez encuestados responden ¡Esteban! Sabores de La Esteban es, de hecho, la marca de gazpachos, patatas fritas y otros alimentos preparados que comercializó con cierto éxito, hasta que vendió la empresa para centrarse en lo que mejor se le da, la televisión. Ha resultado lo más buscado en internet en innumerables ocasiones, como cuando se operó la cara, le robaron en su domicilio de Benidorm, se casó, se divorció, o hizo pública su adicción a las drogas en el libro Ambición y reflexiones, que le publicó Planeta. Conecta con la gente, que la escucha y la defiende, pero igual su imán no le salva del despido. Una cosa es que te aplauda a rabiar el público de La Resistencia de Broncano, y otra muy distinta que sus abuelos te aguanten en un programa diario sin un guion decente, en ese canal obligado a rendir cuentas en el Parlamento.
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