Opinión | El recorte

La tasa y la vajilla

Foto de familia en el anuncio de la ecotasa en el Cabildo de Tenerife.

Foto de familia en el anuncio de la ecotasa en el Cabildo de Tenerife. / El Día

Yo quiero ir al cine. Tú no quieres. Pasa un rato y me dices: “¿Por qué no vamos al cine?”. En pura lógica tendría que alegrarme, porque vas a hacer lo que yo quería. Pero en política no funciona así. En política me cabreo. Porque no importa lo que se hace (si es bueno o no para la gente) sino “quién” lo vende y “quién” se punta el tanto. Es un juego de vanidades electorales.

Coalición Canaria en Tenerife ha propuesto cobrar una tasa por sobar en nuestra isla para los godos y guiris que estén de paso. El PSOE, que gobernó cuatro años y no la aprobó, se ha agarrado un globo porque piensan que es una idea de ellos que le van a sacar sus adversarios. Lo importante, como verán, no es la tasa. Lo importante es quién se apunta el éxito ante una parte de la sociedad que la quiere. Rosa Dávila les ha pasado por la izquierda mientras estaban mirando a la derecha.

La nueva tasa sería en realidad un impuesto turístico. Una pequeña clavada para los que elijan venir a este paraíso de las Hespérides, que se viene a sumar al céntimo de carreteras, al forestal, al escaldón con gofio de la luz, a la tasa de alcantarillado de los municipios que no tienen alcantarillado, al catastrazo catastrófico o al impuesto municipal que te cobran por la existencia física de tu casa aunque luego no te la defiendan si la ocupan. Otro impuesto que en principio dejará exentos a los residentes canarios, cosa que jurídicamente está por ver que se pueda hacer.

La tasa, no es impopular. Todo lo contrario. Mucha gente piensa —es un decir— que los guiris deben pagar más de los 24 mil millones que ya pagan por venir. En realidad, un impuesto turístico, si es pequeño, es irrelevante a efectos de la competitividad destino. Muchos otros países lo cobran y no pasa nada. La cuestión es para qué se hace. O sea, la utilidad del dinero recaudado. Ese es el gran asunto en Guanchilandia donde la pasta entra a paletadas en las haciendas y se termina escurriendo por unos fondillos públicos agujereados.

Canarias necesita hacer caja. Aunque nadie lo diga vienen tiempos más negros que los sobacos de un grillo. El Desgobierno Peninsular, incapaz de aprobar nuevos presupuestos, ha congelado la financiación extraordinaria de las islas, aunque es capaz de sacar miles de millones para cumplir con el rearme que pide Europa. Así y todo, a pesar de las plumas que hemos perdido, si sumamos las pensiones, el paro y las transferencias para la prestación de servicios públicos, nos estamos llevando un pico. Y un poco más de la llorada con Europa, que sigue funcionando. El modelo mantenido feliz funciona. Pero en previsión de que las cosas se compliquen, que lo harán, tendríamos que empezar a elevar nuestra capacidad para vivir de nuestros propios recursos y sostener el gigante público que ha crecido en las islas.

En esa vía, más que en una tasa turística deslavazada —aquí sí y allí no— tendríamos que pensar en anclar más beneficios de los que genera el turismo en Canarias. España va camino de un duro camino de recortes. Y la guerra de aranceles encarecerá el costo de la vida y provocará un empobrecimiento generalizado. Estamos ante el fin de las políticas expansivas del gasto y en el principio de un durísimo ajuste.

La tasa es una escopeta de balines pero necesitamos cañones para elevar nuestra soberanía fiscal. Madrid nos está demostrando, una y otra vez, nuestra irrelevancia. Las turbulencias económicas y políticas darán paso, en poco tiempo, a una gran crisis de las deuda pública que va a subir los intereses que pagan los ciudadanos por el dinero que se han gastado sus políticos. ¿Se acuerda de la prima de riesgo? Pues resulta que volverá. Y hay países, entre ellos el nuestro, que han dilapidado lo que no tienen viviendo como no deben. Es bastante posible que acaben pagándolo. Pero no lo harán los políticos, que están hoy y se van mañana, sino todos los ciudadanos con el sudor de sus bolsillos. Así que más que tasas vamos a necesitar toda la vajilla. n

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