El Papa y la IA

En un plazo relativamente corto el Cónclave reunido en el Vaticano ha elegido un nuevo papa que llevará el nombre de León XIV. Los medios se dedicarán hoy al hurgar en su vida pasada, a definirle ideológicamente y a especular sobre cómo será su paso por la jefatura del Estado más pequeño del mundo y la Iglesia más poderosa del planeta.

De todo eso me quedo con que es norteamericano. Robert Francis Prevost nació en Chicago, tiene 69 años y ha pasado casi toda su vida en Perú. Habla seis idiomas y sus padres son de ascendencia francesa-italiana y española. La burla que realizó Donald Trump, apareciendo en las redes sociales convertido por un programa de simulación en un papa, se ha transformado de alguna manera en realidad con la designación de un estadounidense. Un presagio.

Pero nada de todo esto es tan relevante como lo que ocurrió, narrado en directo por la Cadena SER. Después de salir el humo blanco, que anunciaba al mundo que los cardenales habían votado y se había conseguido la mayoría necesaria por uno de los candidatos (es realmente curioso que la organización más jerarquizada del planeta mantenga un sistema electivo tan democrático) alguien de la radio le preguntó al Chat GPT, uno de los más conocidos programas de Inteligencia artificial, quién sería el elegido. ¿Y qué contestó la IA? Exacto. Dijo que sería Robert Francis Prevost. De esta manera, minutos antes de que el Vaticano lo anunciara oficialmente el nombre del papa ya estaba circulando por las ondas de la radio. Un hecho excepcional que jamás había ocurrido en toda la historia de la Iglesia.

El papado de León XIV empieza pues con una inquietante anomalía. Un hecho sin precedentes. O la IA tuvo acceso a información que alguno de los cardenales solicitó sobre el nuevo Papa —preguntas de sobre su currículum, consulta sobre Prevost o vaya usted a saber qué— o llegó a una conclusión acertada en base a la estadística o va a resultar que la IA tiene inquietantes conexiones con el Espíritu Santo.

Algunos expertos aseguran que la Inteligencia Artificial será el fin del mundo que conocemos. Anuncian, aterrados, que estamos a un paso de que la IA realmente «piense». Es decir, que en algún momento, por puro azar o por interacción del inmenso volumen de datos que maneja, lleguemos al escenario de una IA autogenerativa, capaz de emular el pensamiento humano. ¿Y por qué no, si nuestro cerebro no deja de ser una Inteligencia Biológica que también funciona con datos e impulsos eléctricos?

El nombramiento de León XIV estará unido para siempre al chivatazo previo de la IA. Nadie había adelantado con tanta certeza cuál sería el nombre del papa electo. O estamos ante una filtración, voluntaria o involuntaria, de uno de los miembros del Vaticano o asistimos al primer milagro asociado a un Papa que reinará en un mundo que va camino de cambios radicales.

Algunos dirán que la IA es el anticristo. Que es el jinete sobre el que cabalgará el apocalipsis de la humanidad. Que, como hemos visto en el cine, se hará con el control de nuestras armas y nuestros sistemas, absolutamente dependientes de los ordenadores. O tal vez sea simplemente que será Dios.

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