Opinión | Retiro lo escrito

Sinvergüenzas rojigualdas

El Gobierno cita mañana a las comunidades para debatir la reubicación de menores migrantes

El Gobierno cita mañana a las comunidades para debatir la reubicación de menores migrantes

Esta recordando esta tarde – cosas de caballeros al borde de la ancianidad – lo celebrado que fue el nombramiento de José Manuel Soria como ministro de Industria, Energía y Turismo allá por 2011. Como suele ser habitual los meatintas proclamaron que Canarias contaría desde entonces con un firme defensor de sus intereses en el Consejo de Ministros. Nunca ha ocurrido así. Es más: no puede ni debe ocurrir. Los ministros no encarnan ninguna representatividad territorial en el Gobierno que, por lo demás, es un órgano colegiado. Soria nos hizo mucho más mal que bien como ministro de Turismo y Energía, no vale la pena recordar sus miserias, sus desdenes, sus bellaquerías. Pasa el tiempo y otro político canario es designado ministro: Ángel Víctor Torres. Y las avutardas repiten su canto desde editoriales y columnas: Torres será un gran ministro y es una excelente noticia para Canarias y un largo etcétera diriámbico y esperanzado. Ha tenido mala suerte, Torres. Un hombre que comparte la mala suerte como otros comparten una copa o un viaje en metro. Le ha tocado ser un ministro canario en el Gobierno que peor ha tratado a Canarias en los últimos lustros.

Lo peor (y quizás lo mejor) del escándalo alrededor de los menores migrantes no acompañador es que deja bien a las claras dos cosas. La más obvia es que la polarización como estrategia política no se detiene ante nada, ante nadie. Son malas bestias. Los menores se reducen a munición para el enfrentamiento entre el PP y el PSOE. Si hay una mínima oportunidad de apuñalar al otro se aprovecha con fuerza destructiva, con empecinamiento inmoral. El culpable –ya se sabe –es el otro. Al PP le viene muy bien para demostrar que puede ser tan xenófobo y basuriento como Vox, señoras y señores miren que buen ultraderechismo, fresco de ahora mismito, si nos los quitan de las manos. Lo que haya firmado Núñez Feijoo deviene indiferente. Para el PSOE los pibes son oro molido y rezan laicamente para que la derecha no cambie de posición; los socialistas canarios, además, disponen de un estoque para estimular el enfrentamiento interno en el Ejecutivo de Fernando Clavijo. La ministra de la Infancia no pretende apurar nada, ni quiera un acuerdo. El puridad legal el Gobierno podría mañana, perfectamente, comenzar la distribución de menores por las comunidades autónomas; podría, asimismo, cumplir con el auto de Supremo que exige que conceda y/o siga tramitando las solicitudes de asilo que más de mil pibes migrantes han presentado. Pero, seriamente, ¿se va a preocupar una ministra por un auto del Tribunal Supremo? ¿Cómo van a cortar este tremendo chollazo? ¿Cómo ser tan cruel y robar Nira Fierro dla oportunidad de poner esa cara tan seria, tan indignada, tan sacerdotisa de la solidaridad, sobre todo tan dura, cuando condena al PP y condecora al Gobierno por haber reformado la ley de Extranjería? Para ser politólogo parece padecer serias dificultades cognitivas para entender que los gobiernos no reforman las leyes, sino los parlamentos, y que en ningún caso la reforma de la ley de Extranjería partió del PSOE, sino del Gobierno canario.

La segunda clarificación es más trascendente y preocupante. Porque esta inaudita irresponsabilidad define perfectamente la situación política de Canarias en el contexto del Estado español. Los primeros burlados, por supuesto, son los 5.800 menores que ahora mismo acoge Canarias, a los que ustedes, sinvergüenzas rojigualdas, están jodiendo el presente y encanallando el futuro. Pero luego estamos nosotros. Los canarios cuya generosidad, cuyo sentido de la decencia y esfuerzo solidario, no valen absolutamente nada para ustedes. Incluso se pueden oír las risitas. Bajitas, pero perceptibles. Estoy convencidos de que no cederán ni unos ni otros. Los mismos que denunciarán la próxima patera que se trague el mar. Los mismos que se horrorizarán (durante treinta segundos) por el primer muerto.n

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