Opinión | Internacional
El desfile de los hipócritas
Gobernantes que, en su inmensa mayoría, callaron también ante el diario genocidio en Gaza y Cisjordania del Estado sionista, al que siguieron vendiendo y comprando armamento

Presidente Trump.
«Hipócrita»: según la Academia de la Lengua, persona que actúa con hipocresía. Sinónimos: farsante, impostor, fariseo.
¿Cómo calificar sino de «desfile de los hipócritas» el protagonizado por muchos de los políticos que asistieron el sábado al entierro del papa «que vino del fin del mundo»?
¡Qué espectáculo tan indecente, tan moralmente repugnante verlos reunidos en el Vaticano para dar el último adiós al hombre al que tantas veces habían insultado mientras vivió!
Empezando por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el político que calificó un día de «shithole countries» (países de mierda) a Haití, a El Salvador y a las naciones del continente negro, que tanto amaba el Papa.
«¿Por qué viene aquí toda esa gente de países de mierda?», se preguntó en enero de 2018 el republicano en una reunión con senadores de su país para tratar de la plaga inmigratoria.
Algunos meses antes, Trump se había quejado de que los inmigrantes nigerianos no volverían nunca a «sus chozas» además de decir que los haitianos tenían el sida.
El mismo Trump que en la campaña para su segundo mandato en la Casa Blanca se comprometió a deportar a millones de inmigrantes indocumentados, a los que acusó indiscriminadamente de delincuentes, narcotraficantes o violadores.
Políticos también como el presidente argentino y admirador a su vez de Trump, Javier Milei, compatriota del papa Francisco, a quien llamó en cierta ocasión «imbécil» y «representante del maligno».
O tantos gobernantes europeos, que desoyeron los llamamientos del papa jesuita a sustituir el rearme frente a la Rusia de Putin por las negociaciones y la diplomacia.
«La paz y el rearme son incompatibles», afirmó en cierta ocasión Francisco.
Gobernantes que, en su inmensa mayoría, callaron también ante el diario genocidio en Gaza y Cisjordania del Estado sionista, al que siguieron vendiendo y comprando armamento.
Y que, presionados por los partidos de extrema derecha, no tuvieron tampoco el mínimo escrúpulo en deportar a inmigrantes a terceros países, considerados «seguros» aunque fueran dictaduras como Egipto o Marruecos.
¿Qué hacía también en el funeral del Papa el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, tras haberle desairado en público por animarle a armarse de valor y sacar la bandera blanca como única forma de poner fin a la masacre en su país? A lo que Zelenski contestó desafiante que su única bandera era la azul y gualda.
Los críticos de Francisco, y siguen siendo muchos en Ucrania, le acusan de haber seguido siempre al Kremlin por opinar que la guerra «fue provocada» y no culpar sólo a Rusia, como continuamente hacen gobiernos y medios europeos, por su invasión del país vecino.
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