Opinión | Análisis
¿Apagón eléctrico o apagón político?

El apagón aviva el debate sobre el peso de las renovables y el papel de las nucleares. / EP
Me gusta invitar a la reflexión sobre el efecto psicológico que tiene en nosotros eso que nos sucede. Y, de alguna manera, la toma de conciencia de la relevancia y del estilo con el que nuestros gestores lideran. Actualmente, es fácil que la responsabilidad se diluya, o busquemos a otros gestores o representantes para que sean el foco de atención, aunque cuando nos toca en gobierno, eludirlo se hace prácticamente imposible.
A veces, tengo la sensación de que no importa lo que suceda, y aunque soy de las personas que piensan que las emociones tristes no deben de permanecer, porque se terminan convirtiendo en estados de tristeza y es mucho más difícil de lidiar para cada uno de nosotros, sí se hace necesario valorar y hacer un análisis de nuestra realidad. Este apagón eléctrico en toda la península ibérica tuvo muchísimas consecuencias; una de las más relevantes es que nos generó cierta sensación de vulnerabilidad no deseada, desprotección, desconcierto, y de alguna manera, provocarnos la impresión de que prácticamente nada está bajo nuestro control.
La gestión de una crisis tiene un principio necesario de credibilidad, de ver que se asume el control y de sentir que el equipo que está al mando nos devolverá a la normalidad. Y, a veces, la percepción hace más que la propia realidad que contemplamos. Quizás la solución no tiene porqué estar en los gobernantes, aunque sí la capacidad de afrontarla y lo que se transmite durante el proceso. Estos días hemos escuchado argumentos infinitos, hasta sobre conspiraciones que pueden ser reales o infundadas, en tertulias públicas y privadas, con amigos… Y, paralelamente, he echado de menos ese sentimiento de protección de nuestros gestores públicos.
La sensación de seguridad que tenga la ciudadanía te hace ganar o perder elecciones; un principio básico y a la vez olvidado… Nuestra percepción de país también es relevante, y afecta a nuestra identidad y al valor que eso arrastra sobre percepciones individuales y globales; por eso, este cero energético también ha apagado la gestión gubernamental. Vivimos paseando por las nubes, exigiendo muy poco y con un nivel de tolerancia muy alto ante los acontecimientos; desde el punto de vista psicológico, es una de las razones por la que las posturas polarizadas tienden a recibir apoyos, la alta tolerancia continuada nos polariza.
Mantenernos en un equilibrio que distinga la satisfacción o no de nuestras necesidades frente a la gestión de nuestros gobernantes es clave; convirtiéndose en el éxito de aquellas mayorías absolutas, capaces de arrastrar y centralizar en apoyos a ideologías contrarias. Nuestros análisis como votantes, ciudadanos o ciudadanas, son obligatorios y tenemos capacidad para ello. Observar a nuestros líderes, su puesta en escena, la claridad o certezas que nos transmiten y cómo nos llega su lenguaje y forma de interactuar y comunicarse con nosotros es clave. Valorar las listas que votamos, su conformación, preparación y conocimiento de la materia imprescindible.
Si somos capaces de valorarnos al alza, tendremos gobernantes similares. Si nos convencemos como sociedad de que todo no vale, seremos mucho más exquisitos en la forma en la que seleccionamos los apoyos que ofrecemos. El secreto es partir de la individualidad para conquistar la colectividad.
El poder del lenguaje
Las palabras que elegimos, no solo para dirigirnos a los demás, sino también el diálogo interior que practicamos con nosotros diariamente, son fundamentales. La forma en la que nos hablamos condiciona la forma en la que vemos el mundo. Como dice mi querido psiquiatra Luis Rojas Marcos, somos lo que hablamos, el poder terapéutico de hablar y hablarnos.
El lenguaje es ese vehículo que usa el pensamiento y afecta de forma casi imperceptible a nuestras emociones. Seleccionar nuestras palabras y hacernos conscientes de ese poder que tienen nos ayudará en todos los frentes personales; físico, psicológico y social. Algo tan básico como hablar está íntimamente relacionado con nuestra salud, íntimamente relacionado con nuestra autoestima.
Nuestra capacidad de control y nuestra toma de decisiones está mediatizada por la forma en la que nos hablamos; así organizamos nuestros sentimientos, y eso facilitará nuestras relaciones afectivas y nuestra capacidad compasiva. La compasión hacía nosotros es el preámbulo para la capacidad de empatía y cariño que podremos ofrecer a los demás.
La palabra tiene poder e impacto en nuestras relaciones, la sutileza de nuestro lenguaje construye puentes o, por el contrario, puede llevarnos a esa guerra fría que nuestro especial y moderno papa Francisco describía con tanta naturalidad. Cuando le preguntaban sobre ese secreto para mantenernos en nuestras relaciones, él respondía con su espontaneidad característica, «ante un desacuerdo, no te vayas a la cama sin una caricia, sin un perdón, sin un abrazo… Porque al día siguiente se inicia una guerra fría difícil de gestionar» .
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