Opinión | El recorte
A España se le funden los plomos
Tal vez la decisión más acertada que se tomó fue que, a la vista del prolongado desastre, el presidente Sánchez —que no estaba en ningún almuerzo— compareciera en televisión seis horas después del petardazo para decirle a todos los españoles que estuvieran muy tranquilos ante la falta de información oficial, para calmarles diciendo que se esperaban «horas críticas» y —es su obsesión— que no se creyeran los bulos que algunos podrían soltar: por ejemplo, que España es un país del siglo XXI.

Un hombre con velas durante el apagón, a 28 de abril de 2025. / Alberto Paredes - Europa Press
Sobre el mediodía del lunes a España se le fundieron los plomos. El sistema energético colapsó por un fallo en la red de distribución. Hace sólo tres semanas Red Eléctrica Española aseguró en redes sociales: «No existe riesgo de apagón. Red Eléctrica garantiza el suministro». O sea, que más vale callar y parecer tonto que escribir y confirmarlo.
Lo más inquietante fue el espeso silencio oficial. Seis horas tardaron en dar la primera información, sin ofrecer explicaciones. Ante el apagón y el caos el Gobierno aseguró que no sabía nada y que no descartaba nada. Igual podía ser un ciberataque, una avería o una chapuza. O sea, más caos. Y ahí estaban ya los mal pensados recordando que ya es casualidad que pongamos de ala hostia a Israel y haya petado el sistema eléctrico peninsular.
El Gobierno no decretó una emergencia nacional a pesar de que el país entró en shock. Las telecomunicaciones caídas, la red telefónica a medio gas, los trenes atascados con miles de viajeros dentro y en las estaciones, carreteras y ciudades convertidas en un caos con gente atrapada horas y horas en los ascensores, ancianos sin poder subir a sus viviendas en pisos altos y colas interminables en el tráfico. Fue un ensayo general del apocalipsis.
Un día ejemplar para que tomemos conciencia de que el intento de nuestros gobernantes para hacer desaparecer el dinero en efectivo nos deja a los pies de los caballos: millones de ciudadanos se quedaron sin poder pagar sus compras por la caída de los datáfonos o de los móviles, a pesar de que las autoridades afirmaran, inexplicablemente, que la banca electrónica y los sistemas de pago funcionaban «perfectamente». Sería en la Conchinchina.
Pedro Sánchez reunió a sus ministros en un Consejo de Seguridad nacional «para analizar el problema». Como si fueran una tertulia de jubilados. ¿Qué medidas se tomaron? Ninguna práctica, que sepamos. Pero, siendo realistas, si peta la red de distribución de electricidad del país uno no espera que la arreglen los ministros, sino los los ingenieros y los expertos.
Tal vez la decisión más acertada que se tomó fue que, a la vista del prolongado desastre, el presidente Sánchez —que no estaba en ningún almuerzo— compareciera en televisión seis horas después del petardazo para decirle a todos los españoles que estuvieran muy tranquilos ante la falta de información oficial, para calmarles diciendo que se esperaban «horas críticas» y —es su obsesión— que no se creyeran los bulos que algunos podrían soltar: por ejemplo, que España es un país del siglo XXI.
El desastre monumental que sufrió la Península Ibérica nos muestra la delgada frontera que media entre el primer mundo y el tercero. Vivimos tiempos donde en los estanques solo nadan cisnes muy negros. La dependencia digital no puede ser absoluta, por la cuenta que nos corre. Y sin embargo cada vez es mayor. Hay que felicitarse, sin embargo, de que el Gobierno no sacara el ejército a la calle. Fue, sin duda, una medida acertada. Seguramente la oposición facha habría denunciado que Sánchez, el día en que mandaron a juicio a su hermano, había dado un autogolpe.
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