Opinión | Observatorio

Elon Musk aprende del consumo responsable

Elon Musk aprende del consumo responsable

Elon Musk aprende del consumo responsable / El Día

El hombre más rico del mundo, en su corta pero intensa experiencia gubernamental, aprende un concepto que seguro nunca antes, en su larga y exitosa carrera empresarial, había conocido: el consumo responsable. Significa, básicamente, la libre capacidad que tenemos los consumidores de aplicar criterios éticos, de responsabilidad, de justicia social, de conciencia o religiosos, a nuestras pautas de compra, con el objetivo de que la empresa productora/vendedora modifique sus conductas reprochables. En su aprendizaje, el hombre rico y exitoso, brazo ejecutor del mangante…, perdón, del magnate presidente, observa con cara de pocos amigos la caída en bolsa de los valores de su empresa automovilística, Tesla, y, lo peor, la caída de ventas de su coche, desde que optó por su nuevo puesto de verdugo mayor del imperio. Me pareció verlo en un sketch televisivo, compungido o haciéndose el tonto, contestando al mundo que su empresa Tesla es una eficaz y buena compañía, y no merece ese trato negativo de los consumidores, inversores y activistas. Desde su fuero interno, quería decirle y reprocharle al mundo qué tiene que ver su saludo nazi, su proselitismo nazi, su ideología nazi, en fin, sus prácticas nazis, con su coche Tesla eléctrico de última generación. Claro, hasta ahora, el empresario no había tenido oportunidad de conocer el concepto de consumo responsable, ni la contundencia de las consecuencias de su significado. Sin embargo, es sabido que, cada vez más, los consumidores esperan que las empresas demuestren congruencia con los valores sociales, y, por ello, las decisiones de consumo pueden basarse en el hecho de que la empresa actúe a favor de la sociedad. Cuando se observa que la empresa va contra los valores compartidos, el efecto de los consumidores responsables puede ser demoledor. Quizá, el empresario más exitoso del mundo no comulgue con la idea de que los consumidores puedan elegir sus compras en función de lo que les dicte su conciencia, por ejemplo, eligiendo productos ecológicos, o productos de empresas comprometidas con los problemas de la comunidad, o productos que no fabrique un empresario pro-nazi, como es su caso. Es normal que piense así, si proviene de la escuela ultra-liberal que aboga por el dogma de que solo hay un objetivo en la gestión de la empresa: maximizar beneficios. Otros enfoques de gestión empresarial plantean, contrariamente, que la participación en la comunidad, el desarrollo ético, el compromiso con el medioambiente, son implicaciones que deben extenderse en el seno de las empresas, y no solo para ganar reputación, una conducta que busca opiniones favorables, sino también para lograr integridad, es decir, la búsqueda de la honradez y la decencia per se. Más pronto o más tarde, las empresas aprenden de los consumidores responsables, y tratan de plegarse a sus exigencias. El caso de manual fue McDonald’s, que se negó durante mucho tiempo a cambiar los ingredientes perniciosos para la salud, diversificar los menús, y aceptar alimentos no únicamente carnívoros, lo que le supuso, en 2002, presentar pérdidas por primera vez en sus 47 años de historia, por valor de 343,8 millones de dólares, y, en consecuencia, cerrar 719 establecimientos. Más tarde, aprendida la lección, cambió de actitud y de estrategia empresarial, y se plegó a los intereses de la sociedad, que no eran otros que cuidar la salud a través de la alimentación sana, el ejercicio físico, y otros valores sociales compartidos. Muchísimas empresas, muchas más de las que ahora le bailan el agua al emperador narcisista, hicieron y hacen de los valores medioambientales, sociales y éticos, una declaración sincera y aplicada de su visión del negocio. Desde Body Shop hasta Inditex, pasando por Carrefour a Mercadona. Se trata de implicarse en los problemas que nos afectan a todos, aportando su grano de arena cada cual. Dicho de otra manera, las empresas devuelven a la sociedad, parte (minúscula) de lo que las empresas reciben de la sociedad. Una reciprocidad que está en el origen y el desarrollo de la sociabilidad, y que, sin ella, no seríamos sujetos cívicos y condescendientes. Los consumidores y los inversores han notificado a Ellon Musk, sin necesidad de usar su red de comunicación X, que los valores de gobernanza, entran en el juego de la compra-venta de mercado. No se puede ir de nazi por la vida, desmantelar caprichosamente las instituciones y los servicios públicos, despedir a cientos de miles de empleados, y salir de rositas. Los valores bursátiles de Tesla han caído un 70%, y las ventas de coches un 50%. Una vez aprendida la lección, parece ser, y es de esperar, que el verdugo ha decidido alejarse de la guillotina, no vaya a ser que, con tanto rodar de cabezas, acabe por manchar de sangre a sus flamantes Teslas. No es de extrañar que, a partir de esta experiencia, aprenda los conceptos de responsabilidad social empresarial, y de consumo responsable.

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