Opinión | A babor

La coherencia de las balas

Albares defiende en Praga a la OTAN como "absolutamente indispensable"

Albares defiende en Praga a la OTAN como "absolutamente indispensable"

El Ministerio del Interior adjudicó en plena Semana Santa –cuando se espera que la ciudadanía esté más pendiente de las vacaciones que del BOE– un contrato de 6,6 millones de euros a una empresa israelí, para abastecer de munición a la Guardia Civil. Al día siguiente, se filtró la noticia y estalló la indignación de Sumar, que ahora juega a ser la conciencia incómoda de las causas perdidas en el Consejo de Ministros. Es entonces –sólo entonces– cuando ese domador de crisis que es el presidente Sánchez ordena la rectificación y cancelación del contrato. No es relevante que la empresa adjudicataria amenace con una demanda millonaria, que la Abogacía del Estado advierta del riesgo legal de cancelarlo a las bravas, o que al final Israel se quede con la pasta y la Guardia Civil sin las balas. Aquí lo importante es que la coherencia se imponga, aunque eso suponga una bofetada de órdago en la mejilla del más leal de los cortafuegos monclovitas, el ministro Grande-Marlaska.

El gesto presidencial es un auténtico ukasse sanchista que no respeta ni las normas ni las reglas ni el dispendio de los recursos públicos, porque se romperá el contrato, pero habrá que pagar por hacerlo. Y no resuelve el problema de la coherencia: vale, vamos a dejar de gastar seis kilos y medio en balas, porque estamos en contra de la belicosa política israelí, y de su respuesta indiscriminada y bárbara al ataque bárbaro de Hamas contra jóvenes israelitas indefensos que bailaban y cantaban en un festival de música y fueron masacrados sin mediar advertencia ni provocación, sólo porque podía hacerse. Sánchez decidió liderar entonces el reconocimiento del Estado palestino, una solución muy sabia al problema de fondo y a los crímenes en Gaza. Y prometió que España no contribuiría nunca más a sostener el gasto militar israelí. Pero no se trata solo de esas pocas balas… España mantiene a día de hoy contratos con empresas israelíes por más de mil millones de euros en compras de tecnología militar: misiles antiaéreos, lanzacohetes, sistemas de radio táctica, designadores láser... muchos de esos sistemas se han desarrollado por empresas españolas en colaboración con compañías israelíes. O sea, que la coherencia llega hasta donde permite la dependencia. No podemos prescindir de misiles antiaéreos: pues le seguimos comprando a esos hijos de Netanyahu. ¡Viva la coherencia! Pero sí podemos dejar a la Guardia Civil con los cargadores vacíos, y encima pagar por deshacer el contrato. Vetar una exportación española es fácil, basta con no tramitar la licencia. Pero prohibir una importación requiere algo más que palabras solemnes en el Congreso: requiere reformas legales, acuerdos formales y, sobre todo, decisiones coherentes que no se retuerzan al primer titular. Y ahí es donde Sánchez vuelve a demostrar su maestría en el malabarismo discursivo: en abril, aseguró ante el Congreso que España no compra ni vende armas a Israel desde el 7 de octubre de 2023. Hoy sabemos que no solo se han seguido tramitando contratos con empresas israelíes, sino que el supuesto embargo nunca fue tal. Ha sido, como tantas otras veces, una interpretación creativa del lenguaje: es verdad que no se compra directamente a Israel, sino a empresas israelíes. Y tampoco son armas lo que se compra, es tecnología con licencia. No es un embargo lo que se ha decidido, sino una posición flexible, perfectamente incoherente, pero expresada con el tono firme y grave que se aplica a las ambigüedades para que suenen a actos de Estado.

A eso, Sánchez le llama coherencia. Pero la coherencia sanchista es meramente performativa: no necesita consistencia, sino gestos. Se expresa en ruedas de prensa, se corrige con notas internas y se refuerza con decisiones que se definen por su urgencia y por terminar siendo absurdas. El contrato de las balas es anecdótico, pero perfectamente ejemplar para resumir cómo funciona la cabeza del César: resume una forma de gobernar basada en la ilusión de la firmeza, la gravedad de la rectificación del Estado ante el error y la convicción de que los principios son tan endosables como lo son productos y servicios.

Mientras Sánchez ensaya su magia con las balas, la OTAN lanza su propio mensaje: España no ha alcanzado en 2024 el 1,4 por ciento del PIB en gasto militar. El compromiso del dos por ciento no es una sugerencia decorativa, sino una exigencia estratégica. Así que la pregunta es inevitable: ¿se tendrá en cuenta la nacionalidad del proveedor a la hora de contabilizar el gasto militar? ¿Solo computará lo comprado a países éticamente neutros? En fin… Mañana tal vez descubramos que para alcanzar el dos por ciento de gasto militar bastará con comprar tanques de origen desconocido, con proveedores discretos que no salgan en el telediario. O que se puede ser de la OTAN mientras se veta el tránsito de la Navy por puertos españoles. O que se pueden mantener mil millones en compras militares a Israel mientras se condena la destrucción de Gaza y se paraliza una licitación inoportuna con indignaciones de fogueo.

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