Opinión | Crónicas de otro tiempo

Dios ha muerto

El papa Francisco reza junto al muro de separación israelí en Belén durante su visita en 2014 a la Palestina ocupada e Israel. .

El papa Francisco reza junto al muro de separación israelí en Belén durante su visita en 2014 a la Palestina ocupada e Israel. . / Ariel Schalit / Associated Press

La frase que popularizó el filósofo Friedrich Nietzsche a finales del siglo XIX asegurando que Dios estaba efectivamente muerto rompió con los moldes establecidos para ceder el paso al nihilismo, es decir, a la pérdida de las creencias sobre una base de moralidad. Nietzsche aventuró que la respuesta a ese vacío sería la llegada del superhombre que rechaza la idea de un poder que esté por encima de sí mismo. Al negar una verdad absoluta, el individuo podía darle un nuevo significado a la existencia y entender, precisamente, que la vida no tiene sentido. Viendo las exequias del Papa Francisco, me pregunto si creía realmente en un Dios cristiano, o solo se limitó a jugar su papel en la cúspide de una élite eclesiástica que detestaba. El Vaticano supo leer a Nietzsche y se construyó una fortaleza nihilista, para que nada ni nadie le arrebatase el dominio de la fe y ese yugo asfixiante llamado pecado. La estrategia del perdón y la culpa ha continuado sin un cambio profundo que hubiese acabado con los privilegios de una jerarquía blindada. Mientras tanto, una gran parte de la sociedad hace tiempo que cambió al cura por el psicólogo y a la religión católica, apostólica y romana por los algoritmos que guían nuestro camino. Cuando Francisco, que fue jesuita, hablaba de paz, amor, solidaridad y cambio climático no era más que una voz autorizada en el desierto de voces condenadas al olvido. La desorientación que anunció Nietzsche llega a su apogeo en este siglo de derrumbamientos y falsas guerras culturales. La espiritualidad es un paquete turístico con visita a la Basílica de San Pedro y el silencio del rezo se interrumpe por los zumbidos del móvil omnipotente. Habrá otro Papa continuista, pero que nadie se alarme. Cuando el hombre llegué a ser Dios, proclamará: el Hombre ha muerto.

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