Opinión | Retiro lo escrito

Amigos del papa

Vigilia en la Catedral de La Laguna por el Papa

Vigilia en la Catedral de La Laguna por el Papa / Andrés Gutiérrez

Esto se expande como una pesadilla. Ayer, mientras me tomaba un cortado en El Imperial, un sujeto bajito, con rebeca de tuberculoso de los años cuarenta, bolsas renegridas bajo los ojos y expresión de infinita tristeza, le contaba a la mitad de la barra que sí, que para qué iba a negarlo, que no tenía sentido esconderlo, que vale, está bien, que había sido amigo del papa Francisco. Instantáneamente se me heló el café en la tacita. Otro amigo del papa. ¿cuántos llevamos ya? Me levanté muy lentamente. Todos los manuales de amigos del papa indican que debes moverte lentamente cuando te tropiezas con un amigo del papa. Da lo mismo que se trata de un papa de izquierda o de derechas, nazi convencido o peronista sentimental. Lo fundamental es retirarse con la máxima lentitud y discreción, porque tropezarse con un amigo del papa –aunque sea en Taco o en La Isleta– puede ser más peligroso que encontrarte de frente a un tigre en medio del Serengueti. El peligro consiste, por supuesto, en que te cuente con el obligado detalle cómo entabló amistad con un papa. Los amigos del papa pierden fácilmente el autocontrol si perciben la más mínima duda por tu parte sobre sus relaciones pasadas con el difundo jefe del Estado del Vaticano. Porque, curiosamente, son amigos del papa después de que el papa haya muerto, no antes. En algún tratado de teología estará disponible la explicación a esta singular situación. Quizás en San Anselmo o en Santo Tomás.

El hombrecito de la rebeca tuberculosa explicaba a los parroquianos que el papa le había reiterado en muchas ocasiones su deseo de visitar Canarias y que se declaraba admirador del mariachi Tagoro. «Una vez me dijo –agregó– que nadie había cantado Allá en el rancho grande con tanta fuerza y sentimiento». Francisco estaba conmovido por los migrantes canarios que habían llegado desde África, aunque al fin y al cabo «habían podido desembarcar en unas islas que, feliz casualidad, llevaban su mismo nombre, lo que sin duda facilitará su adaptación cultural». El amigo del papa admitió que tal vez el pontífice estaba un poco confundido, «pero ya comprenderán ustedes lo ocupado que estaba el hombre y la cantidad de gente que tenía que recibir todos los días… Así cualquiera… Lo importante es todo lo que quería a los migrantes, es decir, a nosotros».

Aunque conseguí escurrir el bulto en la plaza Weyler me encontré con otro amigo del papa Francisco que discutía acaloradamente con un amigo del papa Juan Pablo II. El segundo afirmaba, con gestos agitados e incluso amenazadores, que Juan Pablo había expresado su interés en visitar Canarias mucho antes que el papa Francisco. La discusión era cada vez más áspera.

–Sí, Juan Pablo II viajó por los cinco continentes. Estaba en forma. Hacía todos los días bicicleta, press de banca, diez series hasta el fallo, y un mínimo de 300 sentadillas… En cambio, Francisco…

–¿Francisco qué, pollaboba?

–Que estaba gordo. Muy gordo.

–Hijo de Satanás, llamar obeso al Santo Padre…

–Vete por ahí, mantecas.

–Te voy a dar una hostia…

La cosa se está saliendo de madre. En Tetir diez amigos de Francisco habían montado un sínodo. En La Gomera Melody Mendoza afirmaba que fue amiga de estudios de Benedicto XVI, «aunque fallaba un poco en latín». Los rumores apuntan a que mañana Fernando Clavijo pedirá al Gobierno español que redistribuya a los amigos del papa en Canarias entre todas las comunidades autónomas. «Podemos asumir la tutela de 350 o 400», argumentó Clavijo, «pero ni uno más». n

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