Opinión | El recorte
Al final hubo huelga

Huelga de hostelería en el sur de Tenerife / María Pisaca
Alguno se ha quedado pasmado, con la boca abierta, por que al final se realizara la huelga de trabajadores de la hostelería en Tenerife. La oferta de la patronal en la ultima reunión negociadora fue bastante buena y la sensación general era la de un acuerdo logrado in extremis. Pero no fue así.
La reñida votación sobre la oferta en la mesa del Sindicalistas de Base –57 votos a favor de la huelga y 51 en contra– da idea de que también a muchos trabajadores les parecía una propuesta favorable. Lo que pasa es que para algunos dirigentes la huelga era un objetivo en sí mismo, más allá de que los empresarios les pudieran ofrecer el oro y el moro sobre una alfombra roja.
También en los sindicatos, como en la patronal, hay tensiones, rivalidades y desconfianza mutua. Existe desde hace años una tensa guerra por hacerse con el mayor poder de representación y la mejor imagen. Y esa batalla la ha ido ganando, por muchos puntos, Sindicalistas de Base, que es una exitosa escisión de Comisiones Obreras. Desde que se produjo la ruptura no han hecho más que crecer y en las últimas elecciones consiguieron, en hostelería, el doble de delegados que todos los demás sindicatos juntos: más de novecientos representantes. Tanto éxito suele despertar muy pocas simpatías ajenas.
Para el guion de ese enfrentamiento, la huelga en hostelería era imprescindible. Una demostración de fuerza, no solo ante la patronal sino ante los restantes sindicatos y ante las bases. Ha sido una huelga catártica, que se inscribe en un momento social favorable que la estrategia del sindicato quiere aprovechar. Hay cierta contestación política contra el turismo y a río revuelto ganancia de pescadores. Era el momento de hacer músculo y ganar adeptos. Y por eso la oferta de la patronal era hasta cierto punto irrelevante.
El mensaje motivador del sindicato es que hay que recuperar la capacidad adquisitiva perdida por los trabajadores y repartir en salarios parte de los enormes beneficios que está dando el turismo. O sea, un potajito demagógico. La inflación ha castigado tanto el valor adquisitivo de los casi tres mil millones en salarios que mueve el sector como los costos de explotación de las empresas. Calcular cuánto ha repercutido en todo el mundo es muy complicado.
Sin embargo, es mucho más fácil conseguir la segunda propuesta del sindicato; la de participar en los inmensos beneficios que genera el turismo. Es tan sencilla como conseguir entrar en el capital de alguna de las empresas que opera en el sector o incluso constituir una empresa propia y adquirir o construir un hotel para ponerlo en explotación, con lo que inmediatamente accederían a ese fabuloso negocio donde se hacen millones a manos llenas. De hecho es enormemente extraño que siendo tan sencillo el enriquecimiento a ningún sindicato, hasta ahora, se le haya ocurrido hacerlo.
Ahora habrá que sentarse otra vez a negociar. Solo que ya se han gastado algunas balas y cada parte ha visto las fuerzas y las debilidades de la otra. Y alguno se sentará con heridas abiertas. O sea, no va a ser fácil. Pero bien pensado, nada lo es.
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