La estultofilia en alza

Estoy completamente de acuerdo por el énfasis desarrollado por la psicoanalista y escritora Lola López Mondejar al manifestar su preocupación en defender espacios de resistencia al móvil, a las redes llamadas «sociales» como la gran paradoja ante un individualismo contumaz donde nadie quiere saber de nadie aun teniéndolo al lado; si está junto a ti no existe, es como una roca inmóvil pero si conecta a través de las redes cobra vida, pero eso sí, carente de fuerza alguna arrastrando sobre sí mismo una realidad confundida con la más completa irracionalidad.

Del pensar ilustrado de Voltaire, Montesquieu o Kant hemos pasado a la estultofilia, que es ni más ni menos que el elogio a la ignorancia. Se necesita conversar y reflexionar. Tendríamos que abandonar el síndrome del pensamiento cero que es como una especie de vaciado que se acerca a la nada donde lo que abunda es la superficialidad de lo virtual .

Situación que se da también en la alta clase política, que no es alta por estatura intelectual sino por el poder que detentan y las consignas que trasmiten a los que tienen como fieles servidores de sus decisiones carentes de criterio propio, sin cuestionamiento alguno donde asumen el mismo argumento diciendo que están en la cresta de la verdad trasformándola en mentira como materia de alta intelectualidad.

En tiempos de agotamiento político, donde la estultofilia está en alza se nos dirige hacia a un espacio donde se nos trata como simples polichinelas manejados por los antojos de los que hoy toman con énfasis una cuestión y pasado mañana optan por otra totalmente diferente a la anterior.

Donde la mayoría estaría en el espacio de los esclavos modernos como víctimas de la globalización, perdedores de la historia que ni siquiera pueden beneficiarse de las plataformas de reivindicación creadas por la sociedad del bienestar y es la que pone las cadenas para evitar el caminar y que muy pronto incidirán con toda presión tecnológica en las circunvalaciones cerebrales donde el pensamiento y la reflexión habrá que encontrarlos sujetos con los grilletes virtuales de una historia mal contada.

Además, si todas las acciones se delegan en los robots que vienen, se perderá una de las actividades de la acción humana, cual es la creatividad, con lo cual seguiremos siendo esclavos sin fin, que motivará que nuestros antecesores cromañoides se queden pasmados de la pobre situación del ser humano al que lo pueden encontrar despistado, vagando sin sentido, en una indigencia intelectual donde la evolución de las especies se controla no por la naturaleza en sus acciones sino por los nuevos paradigmas y orden mundial que decidan las alianzas de los poderosos, sin ir mucho más lejos de EEUU, Rusia y China y como simple apuntador de la tragedia o comedia, según se mire, la Unión Europea.

Y en todo este maremágnum de confusión cuando se cumplen 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, uno de los filósofos que circulan por el mundo del pensamiento, Omri Boehm, no se cansa de advertir que si no vamos con pies de plomo y con las neuronas a pleno rendimiento y a punto existe el riesgo de pasar rápidamente del «nunca más» al «otra vez». Y es que en el mundo del presidente estadounidense, «el dinero es el que manda y nos protege y las desgracias son solo para los pobres». Pero según la versión universalista e intelectualizada que se antepone a esta , es la de Noam Chomsky. «La educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar el mundo». Lo que contribuiría a empujar a la estultofilia al trastero de la historia.