Mucho más nacionalismo canario

Con propuestas tan difíciles de aplicar como una ley de residencia y el freno a la inversión extranjera, Coalición Canaria pretende empezar la casa por el tejado. Las infraestructuras en materia de vivienda, sanitaria, movilidad o residuos han dormido el sueño de los justos durante décadas con gobiernos dedicados a echarle la culpa a la inacción del gobierno anterior. La mala y a veces nula comunicación entre las administraciones regional, insular y municipal, convierten a Gobierno, Cabildo y Ayuntamientos en cómplices necesarios de una parálisis que funciona como una ecuación de suma cero. Funcionarios, técnicos y políticos juegan un rondo eterno en el que la pelota es cualquier ciudadano o empresa que albergue la esperanza de que le dejen meter gol vía licencia o concurso público. Sabiendo esto, en vez de recrearse en los éxitos del modo canario, Clavijo debería ir más allá de los eslóganes electorales para centrarse en la agilización de los trámites burocráticos en el vasto océano de mesas y sillas vacías, ordenadores apagados y quejas sobre la falta de recursos para atender miles de expedientes sin resolver. En un nacionalismo ambicioso que quiere atribuirse méritos, no vale solo con conseguir el reparto de los menores inmigrantes que ha tardado tanto por nuestra débil influencia política en el Congreso. También se pueden externalizar servicios, unificar competencias, eliminar redundancias, simplificar el papeleo, reducir el exceso regulatorio, profesionalizar la actividad pública, y todo eso bajo un nacionalismo fuerte que imponga sus derechos en Madrid para que sea Madrid quien llore por nuestro apoyo cuando lo necesita y no al revés. La isla -cada isla- tiene que abandonar su complejo de isla y repensarse en un espacio estratégico con aspiraciones comunes que deje de pedir y se ponga a exigir. Pero antes -y después- de eso, tiene que exigirse mucho más a sí misma. Mucho.