Opinión | El recorte

Todo por nosotros

Este año la ministra Montero, sucesora de Montoro, ofrece a los inspectores de Hacienda un bonus de ciento veinticinco millones por nuestras cabelleras. Agárrense los machos. La DGT no iba a ser una excepción

María Jesús Montero, Ministra de Hacienda.

María Jesús Montero, Ministra de Hacienda. / EFE

La Dirección General de Colas y Atascos, más conocida como Tráfico, está firmemente decidida a salvar nuestras vidas. No pueden conciliar el sueño porque el número de víctimas en nuestras carreteras se ha duplicado el año pasado: de media docena a una docena. Por eso han decidido llenar nuestras carreteras de radares, pero no por afán recaudatorio sino para acojonar y que nos matemos menos.

Esta preocupación por nuestras vidas sería más creíble si se comportaran igual en otros ámbitos, como por ejemplo con los más de sesenta muertos por ahogamiento que tuvimos el año pasado. Pero por ese lado no esperen más que una lánguida resignación ante lo inevitable. Para reducir la mortalidad viaria tal vez sería más eficiente mejorar las carreteras de nuestra isla. Lo que aquí llamamos pomposamente autopistas no pasarían de ser, en la Península, unas discretas autovías: y no de las mejores. Hay tramos de asfalto deteriorado y llenos de baches que parecen estar patrocinados por la Asociación de Talleres de Amortiguación o el colectivo de Odontólogos por los Empastes. Y amenazar con una multa por exceso de velocidad a un conductor que lleva desde las siete de la mañana en una cola de una hora, avanzando un par de metros al minuto, parece una burla muy cruel.

Cristóbal Montoro, el inefable ministro de Hacienda del PP, inventó hace once años un bonus para los inspectores de la Agencia Tributaria. Aumentaba sus retribuciones a medida que consiguieran aumentar los ingresos fiscales. El estímulo produjo un aumento de ingresos espectacular en uno de los gobiernos que más recaudó y más impuestos subió en la historia de nuestra democracia. El récord se lo ha reventado el Gobierno de Pedro Sánchez, que gracias a la inflación y a casi un centenar de subidas fiscales y nuevos impuestos, ha logrado engordar las cuentas del Estado hasta cifras nunca vistas. Este año la ministra Montero, sucesora de Montoro, ofrece a los inspectores de Hacienda un bonus de ciento veinticinco millones por nuestras cabelleras. Agárrense los machos.

La DGT no iba a ser una excepción. Hay que hacer caja en todas las trincheras. Con drones, con radares camuflados en los arcenes o en coches sin identificación. Con lo que sea. El despliegue promete abundantes frutos en estos tiempos desquiciados en los que todos vamos a todos sitios con la lengua fuera, con prisas, con crispación y con mala leche. En nuestra isla hay ya más de ochocientos mil vehículos que se mueven en las mismas carreteras que ya eran insuficientes hace más de una década. Las grandes obras públicas que se anunciaron en la época de Maricastaña siguen en construcción y solo ahora, que el colapso ya no tiene maldito remedio, nuestros dirigentes se han convencido de que la única manera de ponerle el cascabel al gato es invertir en transporte guiado, o sea, en los trenes, que han sido, por toda la Europa continental, la respuesta más eficiente para solucionar la movilidad de los ciudadanos.

Y mientras llega el futuro al ritmo sosegado de una chuchanga endémica, Tráfico nos irá salvando la vida a base de quitarnos puntos y meter mano en nuestras carteras. Demos gracias por su generosidad.

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