Opinión | Observatorio
«Maikol Daglas», el hijo de «Kir Duglas»

Michael Douglas / Instagram
Suele decirse que el español es una lengua en la que el paralelismo entre sonido y grafía es total: mañana se pronuncia [ma-ñá-na] y agua [á-gua], mientras que en inglés y en francés, por ejemplo, no se da esta correspondencia: la palabra inglesa tomorrow se pronuncia algo así como [tu-mó-rou], y la francesa eau se reduce al sonido [o]. De todos modos, este llamado criterio fonológico según el cual «debe escribirse lo que se pronuncia y pronunciarse lo que se escribe» (Vid. Ortografía, párr. 3.2.1), no es del todo cierto, pues existen excepciones de una evidente falta de correspondencia fonográfica, como el hecho de que las grafías s, z y c (seguida de e o i) se pronuncien como [s] en posición inicial de sílaba en gran parte del español, ceniza y zapato se pronuncian [senísa] y [sapáto] en la mayoritaria modalidad atlántica, y la ll y la y suenan como [y] (pollo y poyo) en amplias zonas del idioma; varias grafías para un solo sonido, como se ve. La grafía s, además, puede sonar como tal sibilante [s] o como una simple aspiración [h] a final de sílaba: [móska] y [móhka]. La letra x, también, puede representar al sonido [s] a principio de palabra, como en xilófono [silófono]; como [ks] en posición medial de palabra, como en examen ([eksámen]), o también como [s] en otras ocasiones: en exacto ([esákto]), auxilio ([ausílio]) y auxiliar ([ausiliár]); la letra g puede sonar como [g], en goma, por ejemplo, o como [j] en genio; casos en los que una grafía puede representar a varios sonidos. Pero estas discordancias que rompen con el paralelismo entre grafía y sonido suelen ser conocidas por los hablantes nativos y reguladas, muchas de ellas, por las propias reglas de la ortografía, que no de la Ortología, de la cual carecemos.
Aparte de los casos anteriores, se plantean dudas con la pronunciación de muchos extranjerismos aún no hispanizados, que se introdujeron, en principio, de manera provisional, pero que luego se instalaron de forma definitiva sin que se haya producido la oportuna adaptación, como son los casos, entre otros, de boutique, collage, gentleman, overbooking o affaire, pues difícilmente aceptaríamos a estas alturas las formas butic, colach, yentelman, overbuquin o afer, que es como, aproximadamente, se pronuncian en español. Obedece, pues, la adecuada pronunciación de estos extranjerismos a la experiencia lingüística o al conocimiento cultural de los hablantes, quienes, además, por si fuera poco, deberían de saber si de tales pronunciaciones existen diferencias en distintas zonas dialectales, como son los casos de iceberg o wifi: [isebér] y [uífi] en el español europeo y [áisber] y [uáifai] en el español americano.
No vale, pues, la recomendación de que el extranjerismo puede pronunciarse a «la española», tal y como se escribe, al menos en un estilo de lengua formal. Y los problemas se multiplican con los nombres propios, muchos de los cuales son pronunciados según la lengua de origen, mientras que otros se han adaptado, pero siempre, como digo, según la norma que marca el consenso idiomático: unos se mantienen en la forma original, como Einstein, por ejemplo, y otros cambian, por los motivos que sean; sin ir más lejos el del apellido que da nombre al premio que ostenta el físico alemán, el Nobel: [nobél] con acentuación aguda en su sueco originario, pero [nóbel], según la pronunciación más extendida en el español de hoy.
Otros nombres propios extranjeros con pronunciación distanciada del original son los de los escritores Graham Greene y Michael Ende, pues [gréian] y [míjael] son sus nombres pronunciados en sus lenguas de origen, inglés y alemán, y no [grájan] ni [máikol] como suele decirse; o el del automovilista Michael Shumaker, [míjael shúmaja] en alemán, y no [máikol sumáker] como se escucha en nuestro entorno.
Como no sería de total aceptación la propuesta de que se adoptasen las pronunciaciones originales hablando en español, hay que considerar normales las ya establecidas y generalizadas, por más que se alejen de las de sus correspondientes lenguas. Como tampoco sería recomendable la norma de que cualquier palabra extranjera pudiera pronunciarse siguiendo el criterio fonológico propuesto por la Real Academia verbalizando el nombre tal y como se escribe: [sakespéare] y [saussúre] diríamos para referirnos al escritor William Shakespeare o al filólogo Ferdinand de Saussure, en lugar de hacerlo en las formas más o menos adaptadas y aceptadas de [shéspir] y [sosír].
Relacionada con estas cuestiones es la pregunta que me formula un distinguido y apreciado colega acerca de cuál debería ser la pronunciación correcta del nombre de su calle, «Comodoro Rolin», se llama, pues me dice que todo el mundo pronuncia [rolín], aunque, al parecer, la pronunciación en alemán es algo así como [rólin], con acentuación grave y [r] velarizada. En otro caso, otro amigo, cuyo domicilio se sitúa en la denominada calle «Chopin», critica la pedantería de algunos vecinos que suelen oralizar el apellido del reconocido músico como [shopán], así que, siguiendo las consideraciones anteriores, podríamos concluir que ni [rólin] ni [shopán], sino [rolín] y [chopén], como dice todo el mundo, ya que «todo el mundo», en estos casos, es la máxima autoridad para decidir cómo tenemos que pronunciarlos en nuestro idioma. Ni que decir tiene que siempre habría que respetar la ortografía original: Rolin y Chopin (sin tildes).
¡Y como el asunto no carece de importancia en nuestro ámbito canario, en el que por diferentes motivos tenemos un buen número de voces extranjeras que dan nombre a calles y plazas, aparte del marino Ernest Rolin y del músico Fréderic Chopin, bueno será que hagamos una propuesta, sin ánimo de pretenderla definitiva, acerca de cómo habrán de pronunciarse, pues tanta diversidad podría contribuir al desconcierto. Así, por ejemplo, el apellido Wolfson, que da nombre a la «calle Enrique Wolfson», suele pronunciarse de diferentes maneras: [búlson], [bólson] y [uólson], ante las que, según el criterio apuntado más arriba, yo me inclinaría por la última de las formas: [uólson]. También el apellido Schwartz, que figura en alguna denominación del callejero capitalino de Santa Cruz de Tenerife, presenta alternancia de pronunciación, [esbárs], [suárch] y [suárs], y, aunque alejada del original, [suárs] parece ser la más generalizada.
Hay cierto consenso en los casos de los nombres Murphy [múrfi], Fyffe [fáife], Weyler [uéiler], Guigou [guigú], Pasteur [pastér], Cioranescu [choranésku], Hamilton [hámilton] y Bethencourt [betenkúr] que dan nombre a calles, plazas y barrios del Archipiélago; y no hay dudas en las pronunciaciones, esta vez sí adecuadas a la tendencia de igualdad entre grafía y sonido, en Berthelot, Porlier, Duggi, Maffiotte, Russell, Schamann [chamán] y Zamenhof [samenóf].
A Menéndez Pidal se le atribuye la anécdota de que impartiendo una conferencia pronunció el nombre del conocidísimo autor de Hamlet en la forma [chakespeáre] en lugar de hacerlo en la más generalizada [shéspir], y que, ante el revuelo que se produjo en la sala por la considerada como inadecuada pronunciación, el ilustre filólogo continuó su exposición en un perfecto inglés. Si así sucedió, es fácil suponer que se tratara de una boutade de don Ramón con el fin de sorprender al auditorio, o, tal vez, para denunciar las deficiencias lingüísticas y culturales de nuestro país, por entonces. Nosotros mismos, conscientes de los progresos que se han realizado en este sentido, bromeamos con la pronunciación de los nombres de algunos personajes famosos: «Es una película protagonizada por [máikol dáglas]», decimos con énfasis en inglés el nombre del actor Michael Douglas, para aclarar, seguidamente, con sorna, que se trata del hijo de [kir dúglas].
Aunque el progreso no lo ha sido tanto, pues aún se sigue nombrando al actor de Oficial y caballero, Richard Gere, como [ríchar guére], en vez de [ríchar guíar], con una pronunciación más en consonancia con la originaria, que ya empieza a escucharse en algunos foros, como en la entrega del Goya Internacional 2025.
Pero mucho hemos tenido que esperar.
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