Opinión | A babor
El hombre que nunca estaba allí

Torres
Ángel Víctor Torres ha desarrollado a lo largo de los años una capacidad asombrosa, que es la de ser capaz de estar en todos los sitios y, al mismo tiempo, no aparecer después en ninguno. Como el gato de Schrödinger, nuestro ministro se sitúa en la caja en un estado perfectamente cuántico entre la presencia palmaria y la total ausencia penal. Su nombre brota cual mala hierba en cada escándalo reciente sobre la presunta financiación irregular del PSOE, pero jamás logra enraizar lo suficiente como para ser considerado especie a tener en cuenta. ¿Buena estrella? Quizá. O simplemente una habilidad extraordinaria para saber cuándo estar y cuándo no haber estado.
La última en ocuparse de Torres, con escamante reincidencia, ha sido Carmen Pano, empresaria, intermediaria y encargada –según su propia confesión– de llevar 90.000 pavos en efectivo a la sede del PSOE en Ferraz. Por orden de Víctor Aldama, otro hombre que sabía estar en todas partes –contratos, mascarillas, camerinos presidenciales, soluciones y rescates, mordidas, cenas con señoritas, hidrocarburos– pero al que curiosamente nadie trató nunca. Y menos que nadie el también ubicuo Torres, que ni siquiera acepta haber compartido con Aldama una evidente querencia común por Canarias, o amigos comunes, interés por los pagos a las mismas empresas –las de Aldama– y una cierta afición por esa forma de interesada pérdida de memoria que son los recuerdos imprecisos.
Torres lo ha negado siempre todo, siempre. Como manda el canon de la dignidad política moderna: negar cualquier cosa y la contraria antes de que alguien lo pregunte siquiera. Dijo no conocer a Aldama. Luego reculó un poquito: quizá lo saludó alguna vez, o a lo mejor se pasó por donde él andaba. Dijo no haber tenido ninguna relación con el caso Koldo. Luego la UCO se puso simpática y demostró que Koldo y él se entendían lo bastante como para llamarse por teléfono y comentar, con alivio, lo bien que había salido eso de encargarle al eficaz Olivera saldar una deuda del Gobierno regional con las empresas de Aldama. Que, por cierto, hablando de Olivera, ha dimitido el hombre para dedicarse intensamente a su oficio, que es la economía (la suya). También negó Torres conocer a otro de los coleguillas de Aldama, el mosquetero García Tapias –«No le pongo cara»–, dijo, hasta que alguien descubrió que se había reunido con él en su despacho del Parlamento de Canarias. ¿De qué se habló en la reunión? Nadie lo recuerda. Qué conveniente.
Y entre los frentes abiertos que han salpicado esta historia, asoma el Puerto de Granadilla. En los últimos años, el puerto suena recurrentemente como enclave de distintos proyectos para implantar nuevas infraestructuras energéticas, incluidos hidrocarburos. Entre los empresarios que han estado al loro, aparece Enrique Roca, relacionado con Aldama, aunque no consta ninguna intervención directa del Gobierno Torres a su favor. Lo que sí que hubo fueron propuestas de recalificación o uso industrial de suelo, en el contexto de una etapa de fuerte presión empresarial para abrir el mercado de combustibles, tradicionalmente dominado por Cepsa y DISA, a nuevos actores. Nada que pruebe una intervención política irregular, aunque, como en tantas otras piezas del puzle, el nombre de Torres aparezca en los márgenes.
Y aquí es donde los que saben cuentan del Madrid que cuenta, el que no sale en las guías turísticas. De la calle Ferraz, y ese edificio tan sobrio como simbólico, protagonista no solo de luchas internas tras la cortina, sino también, nos dice la mensajera del corruptor Aldama, de entradas y salidas presuntas de sobres presuntamente abultados. No es la primera vez que el PSOE se enfrenta a sospechas, pero esta vez –primera ocasión– los nombres que suenan son también de Canarias: el primero, el ministro Torres –intocable, por ahora, representa una ficha valiosa en el equilibrio interno del sanchismo–, el barón sin tierra que no molesta y que, llegado el caso, nunca estuvo allí. Un prócer de provincias blindado por ese extraño privilegio del PSOE de Sánchez que es la absolución preventiva. La regla de ahora, denostada por Sánchez años ha: mientras no haya auto judicial que ponga tu nombre en cabecera del sumario, puedes seguir negándolo todo con cara de póker. Aunque las contradicciones se apilen, aunque el coro de imputados jure en sede judicial que te vio en la fiesta.
El bueno de Torres... ¿Qué le debe su partido para que nadie le pregunte por qué aparece siempre en la antesala de los escándalos? ¿Por qué su nombre se menciona en grabaciones, en testimonios, en autos y en cafés, y sin embargo es como si con él no pasara? En este enredo de mascarillas, comisiones, pisos en Madrid, recalificaciones sugeridas, amistades peligrosas o rarunas, el nombre de Torres flota en el aire. Siempre en el centro del huracán, sin despeinarse. Ése es su superpoder.
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