Opinión | Retiro lo escrito

Haciendo el idiota

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / A. Pérez Meca - Europa Press

Es raro el día que no llegan desde Madrid cabañuelas electorales. Ayer escuché la penúltima: el presidente Pedro Sánchez disolverá las Cortes a la vuelta de las vacaciones de verano para celebrar elecciones en octubre o algo parecido. Por supuesto si los astros demoscópicos son suficientemente propicios. Para intentar la recuperación de expectativas el sanchismo va a intentar que el Gobierno español se convierta en la referencia antritrumpista en Europa. El viaje presidencial a China, previsto desde principios de año, se ha encajado en esta nueva estrategia. ¿Y quién es Trump? La derecha. ¿Y quién es la derecha en España? El PP, naturalmente. Así que el presidente va a españolizar la crisis mundial, a trasladar al ámbito nacional la dialéctica entre europeísmo y trumpismo, entre la democracia y el Estado de Bienestar y el nuevo autoritarismo iliberal para el que solo existen los muy ricos y que pretende privatizar hasta los resuellos. Se va a emplear en ello sin dejar de cultivar, por supuesto, otros enfrentamientos, otros muros y otras colusiones, un programa que incluye de manera muy relevante a las televisiones públicas y a lo que Pedro Herrero llama el sistema Contreras/Roures: producción de contenidos audiovisuales para no perder las guerritas culturales. Con Prisa –si se reconstruyen las relaciones– como segura servidora. Contreras produjo esa bazofia sobre la vida cotidiana en La Moncloa, ejemplo de propaganda tan babosa que nadie quiso comprar o distribuir. Pero lo hizo Prisa. No lo vio ni dios padre.

Algunos, tal vez acertadamente, te dicen que no, que el muy astuto Sánchez no convocará hasta que el CIS le diga que va a ganar, aunque por poco. No lo creo. A veces no basta con esperar. A veces esperar es un ejercicio no solo inútil, sino melancólico, y debe uno avenirse al horizonte de perder las elecciones y no poder articular una mayoría parlamentaria, aunque sea tan incoherente e inmanejable como la que consiguió armar para su investidura, a un precio político angustioso, hace casi dos años. Ocurre cuando detectas que ya no tienes capacidad de recuperación. Cuando pase lo que pase, hagas lo que hagas, se te ocurra lo que se te ocurra, descubres, intuyes, admites que se te va escapar el poder. A partir de entonces ya no convocas para ganar por poco y gobernar de milagro, sino para no perder por mucho y estar en condiciones de hacer una oposición dura y, en un par de años, controlar de nuevo el Gobierno. Reducir a la derecha de Núñez Feijóo a un paréntesis. Es conocer muy poco a Sánchez suponer que no considera actualmente ese escenario. Más vale que lo entiendan: ni la pérdida del poder apartará a Sánchez del poder. Si cuenta con más de 100 diputados y logra más tarde recuperar poder territorial –por ejemplo, en Valencia y Extremadura– Sánchez se quedará y aplicará una oposición dura y fría como el granito. Pero necesita tiempo además de oportunidad para apretar el botón de la disolución. A menos medio año mirando al Supremo y al Constitucional.

Lo que necesitaría España sería un gobierno de concentración con una agenda política para tres años. Tres años de reformas consensuadas y unidad institucional para la excepcional crisis que vive la Unión Europea y que exige responsabilidad, coherencia, coraje, compromiso político. Cada día que pasa los dos grandes partidos del sistema político español pierden legitimación fuera de su estricto suelo sociolectoral. Es que me parece que no terminamos de entender la densa complejidad y los altísimos riesgos de los problemas y desafíos que estamos viviendo. Estamos haciendo el idiota hoy para los próximos cincuenta años. Si es que a Europa, a España y a Canarias les quedan por delante cincuenta años.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents