Opinión | Risas y fiestas

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Búsquedas / Adae Santana

Mis primeras búsquedas en YouTube. La caída de Edgar. RBD Sálvame videoclip. Cómo conseguir Piedra Lunar. Una sensación muy concreta: aquí, tecleando, puedo acceder a cualquier cosa. No esperar frente a la tele a ver qué sale y conformarme con los primeros dibujos que y aprender a que me gusten todos los de un canal para tener siempre algo que hacer, algo con lo que apasionarme, algo en lo que descansar como si lo gustado fuera una cama mullida necesaria para vivir. Siempre ese enganche-capricho-quieroya. Quiero ya mi canción. Quiero ya mi tutorial. Quiero ya la mejor receta de pasta carbonara la auténtica la que haga salivar a todo el mundo hasta que mi plato delante, salvación: quiero ya otro mundo conmigo.

Y Google. Google es que estuvo siempre, no recuerdo mi primera vez en un ordenador pero sí recuerda una parte de mí la misma euforia: ponga lo que ponga, algo aparecerá ahí.

Y ahora. Wow. Cuántas imágenes estilo Studio Ghibli llenándome el Instagram. Me siento escarranchada en un banco de mi calle, paseo a la vez por el móvil, deslizo deslizo no me interesan pero en cuanto me sale alguna imagen de algún amigo dibujado me quedo mirando y descifrando si se parece o no. Escribe alguien que depende de cuánto quiera trabajar la máquina. A veces salen mejor y a veces peor. Depende, supongo, de cuánta gente le esté pidiendo lo mismo a la vez. O a saber de qué. Las cosas virtuales son físicas también. Es decir, es físico también ese otro mundo conmigo, ese espacio que parece estar en el aire o incluso en lo subterráneo como las cuevitas que encuentran a veces en las películas en las que siguen viviendo dinosaurios o dragones o copias nuestras exactas pero creyéndose dibujadas por Miyazaki (creyéndose). A veces, cuando era adolescente, soñaba en anime. Tras un día entero viendo Death Note también escarranchada, pero no en un banco, en la silla de mi escritorio, aparcamiento a través del que viajar a esa gruta: y durmiendo se me quedaba, y me gustaba y ahora es como si se hubiera cumplido, como si tuviera materia para soñar a casi todos mis conocidos con ese aspecto delineado y nostálgico y me dan ganas de llorar al pensar que creemos que son nuestros cuerpos. Y creemos que no es nada. Lo maquinil. Lo automático. Lo caprichoso quiero ya quiero ya todo ¿no ves que puedo ser Chihiro?

Escucho un capítulo del podcast Ciberlocutorio sobre la muerte de internet. ¿Es posible que internet esté muriendo como tantas cosas que están muriendo (pienso, mientras, en las islas)? Cuentan que la mayoría de las páginas creadas en 2013 son ahora inaccesibles. Que pensábamos que eran para siempre, pero en algún momento no existirán y toda la memoria que no volcamos en lo físico pues. No es igual. Es una extensión. Un escuchar RBD para bailar. Un universo. Yo soy de Granadilla y de internet. Y qué asustador que pueda ver muertes en ambos, muertes políticas y muertes turísticas, muertes tantas, muertes no hay consecuencias hm: muertes aquí otro apartamento vacacional con la cajita esa que mi madre y yo las vemos y suspiramos y muertes vamos dale otra moda viral ahora diséñame ChatGPT por favor una muñeca a mi semejanza que quiero verme capricho quiero verme YA en un plástico resguardada. No existirán, en el futuro, las páginas creadas ahora mismo. No existe ya mi Tuenti.

Paseo, paseo escarranchada en el banco y las palomas a mi alrededor jucujucu y antes me daban miedo pero ahora les tengo un poco más de cariño porque al lado de mi casa de la infancia hubo una obra y luego esa obra casi terminada se abandonó para siempre y luego allí una plaga de palomas y luego: qué horribles las sensaciones de plaga, qué horribles los símbolos de lo que se va muriendo, qué horrible no poder olvidar que algo sucede. La ultraderecha, el colapso, los 216 millones de litros de agua gastados por ChatGPT para cumplir con el capricho con la exigencia con la historia subida dura veinticuatro horas la pasamos en un segundo de: quiero ver lo que vi cuando soñé en anime. Quiero olvidar que todo importa. Que las decisiones importan. Que vivimos junto a otros. Que se puede morir. Que morir puede ser muchas cosas y yo escuchaba a las palomas agonizar en el edificio de al lado, y ahora que paseo escarranchada les deseo lo mejor. Por favor, cúrense de todas sus enfermedades callejeras. Resistan y aprovechen el pan. No sé.

Es decidir. Vivir. Tomar posiciones y pensarse las cosas. Pensar en lo que está detrás y encima y debajo. Junto a. Y cansa, lo sé, y el capricho de tenerlo todo ahí en el móvil latiendo nos convierte en seres desconectados, pero quizá podamos recordar que no estamos en un sueño de anime. La realidad es más urgente.

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