Opinión | Un carrusel vacío
Jesucristo también baila

Jesucristo también baila / El Día
Hace poco, asistí a una premiere en los Cines Callao de Madrid. Era el inicio de la quinta temporada de una serie: The Chosen –«Los elegidos»–, que narra la vida de Jesús de Nazaret desde que empieza a predicar, centrándose en su relación con los apóstoles, con la Virgen María o María Magdalena. El objetivo de Dallas Jenkins, director y coguionista, era el de presentar a Jesucristo de una forma más cercana. Hace dos años, comencé la primera temporada con un cierto escepticismo, pero me sorprendió positivamente: el Jesucristo encarnado por Jonathan Roomie parecía un hombre normal, que bromeaba y hasta bailaba. La serie me pareció una buena oportunidad para conocer mejor el Nuevo Testamento. Me atraía la idea desde un punto de vista literario.
Asistí a la premiere acompañada de un amigo tan ateo como yo. Antes de la proyección, salieron al escenario algunos de los actores de la serie y tuvo lugar una actuación de un grupo llamado Hakuna, compuesto por unos veinte jóvenes, que interpretaron temas con un claro mensaje católico. Su estética también estaba en esa línea. Pero lo realmente inquietante fue cuando proyectaron un vídeo en el que Dallas Jenkins nos dedicaba unas palabras. En ellas, confesaba alegrarse de que nos gustara la serie, pero añadía que su verdadero deseo era «que siguiéramos las enseñanzas de Cristo». Mi amigo y yo nos miramos. Nos acabábamos de convertir en dos intrusos.
Con esas palabras, Jenkins estaba imprimiéndole a la serie un único fin, dejando fuera a los hipotéticos espectadores que, como nosotros, quisieran disfrutarla por una perspectiva histórica o literaria. Vamos a seguir haciéndolo, pero no comprendo la actitud de ciertos sectores de la Iglesia, con ese empeño casi sectario que impide una apertura necesaria en el siglo XXI. ¿Por qué solo los católicos están legitimados para consumir productos literarios o audiovisuales relacionados con el Nuevo Testamento, si vivimos en una sociedad en la que la cultura y el arte se vinculan inevitablemente a él?
En España, el calendario vacacional continúa coincidiendo, en gran parte, con las fiestas litúrgicas del catolicismo: las Navidades, determinados días del santoral y también la Semana Santa, en la que ahora nos internamos. En vez de cuestionar el sentido de este calendario en un país declarado aconfesional, voy a plantearlo de otra forma: ¿dicha organización no nos llevaría a considerar estas fiestas más propias del folclore que de la religión? A mí me ilusiona la Nochebuena y montar el belén en el salón de casa. En Semana Santa, me encanta ver las procesiones. Sé que es la Iglesia, a través de las distintas cofradías, la que está detrás, pero eso no impide que para mí –así como para mucha otra gente– tengan un interés meramente folclórico o cultural. Existe, desde hace años, un tipo de turismo vinculado a las procesiones y no necesariamente al catolicismo, y los ayuntamientos son conscientes y lo fomentan. Por ejemplo, las procesiones de Valladolid cuentan con pasos esculpidos por grandes artistas como Gregorio Fernández o Juan de Juni, lo cual genera un atractivo cultural, y los «empalaos» de Valverde de la Vera se han hecho muy famosos desde un punto de vista folclórico.
España es un país aconfesional, pero en el sistema educativo público continúa existiendo una asignatura optativa llamada «Religión» que se limita, por supuesto, a la católica. La alternativa ha ido variando a lo largo de las distintas leyes, desde «Estudio» –una hora en la que adelantabas deberes de otras asignaturas– hasta la actual de «Valores éticos». Durante unos años, la alternativa a la Religión era «Sociedad, cultura y religión»: una asignatura en la que estudiábamos las tres principales religiones monoteístas. Uno de los profesores que la impartía cuando yo iba al instituto era la viva imagen de Unamuno, y aprendí un montón con él. Los que no hemos estudiado Religión solemos tener ciertas carencias a la hora de visitar iglesias o catedrales, por ejemplo. A mí me encanta saber quién es quién en las representaciones pictóricas o escultóricas, porque eso permite entender mejor el sentido de ese monumento o de esa parte de la historia. Saber que San Roque siempre aparece con un perrito o San Sebastián atravesado de flechas. Pero también que en el judaísmo y en el Islam las figuras geométricas sustituyen a las representaciones antropomórficas, que estaban prohibidas. Creo que todos deberíamos estudiar la historia de las principales religiones para entender mejor el arte, la cultura. Es independiente de nuestras creencias. A estas alturas de la vida, ninguna religión puede imponer lo contrario.
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