Opinión | Retiro lo escrito

Un buen comienzo (por el momento)

Torres levanta el pulgar a Clavijo, entre los aplausos de los diputados, tras la convalidación del real decreto.

Torres levanta el pulgar a Clavijo, entre los aplausos de los diputados, tras la convalidación del real decreto. / Borja Sanchez-Trillo / Efe

De veras que no me asombra. Pero aun así no deja de llamar la atención. El PSOE actuó ayer, en el Congreso de los Diputados, como si la reforma de la ley de Extranjería que se votó y resultó finalmente aprobada fuera un objetivo laboriosa y exitosamente logrado por los socialistas frente a la carcunda xenófoba y ruin. El mismo discurso de Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial –sea eso lo que sea en este Gobierno– estaba henchido de esa autosatisfacción, por más que agregara felicitaciones genéricas y hasta alusiones –es un maestro de la self pity– a su próxima operación quirúrgica. Inmediatamente el coro de las chicas yeyés aparecieron en las redes sociales. La reacción más chiripitifláutica fue la de Marta Arocha, que escribió en X, presa de la emoción, «gracias, ministro». A veces, algunas veces, ese partidismo eclesiástico, donde el Bien solo habita entre los que tienen un carnet, llega a extremos hilarantes. Gracias ministro, dice su señoría. Cuando hace poco más de menos un año el PSOE (es decir, el Gobierno de Pedro Sánchez) admitió negociar sobre la demanda de Fernando Clavijo el Gobierno autonómico llevaba mucho, mucho tiempo acogiendo a migrantes menores no acompañados sin recibir ni interés político ni un puñetero euro desde el Ejecutivo español. Ni desde las Cortes. Por allá arriba todo el mundo estaba encantado con que las islas se transformaran en una suerte de hospicio subsahariano para niños y adolescentes migrantes. Canarias está lejos y los medios de comunicación peninsulares tampoco sienten una curiosidad irresistible –y menos aún sostenida– por las islas. El PSOE, que es un eficiente y eficaz artefacto marketinero, ha transformado lo que al principio consideró una molestia menor causada por un testarudo presidente ultraperiférico en otro de sus relatos, una novela por entregas en la que los socialistas, que no toleran el racismo y aman a los migrantes, defienden a miles de niños de la crueldad del PP y la criminalidad de Vox. Este relatito tiene además la ventaja de que Coalición Canaria queda difuminada, apenas un accidente ocasional para hacer el Bien, principal razón de ser del PSOE como es público y notorio.

El PP, con su estúpida mezquindad, contribuye a legitimar esta narrativa. Y todo porque Núñez Feijoo está convencido de que si pacta con el PSOE la reforma de la ley de Extranjería y distribuyen poco más de 4.000 pibes en todas las comunidades autónomos Vox le puede rascar votos. Trescientos menores en Castilla León –calcula el PP– y nos quedamos sin argumentos ante el sector más derechista del partido. Cabe señalar que la dirección del PP no aceptará sin más la votación de ayer; tampoco lo harán algunos barones autonómicos, que seguirán el ejemplo de Díaz Ayuso. La combatirán en los tribunales y en todos los ámbitos administrativos. Es un disparate político, es una patada a la solidaridad interterritorial que consagra la Constitución y es, sobre todo, un preciso favor a la ultraderecha voxista, porque normaliza sus soflamas fascistoides.

Con todo, el resultado de la votación de ayer es un magnífico éxito, que corresponde políticamente a Clavijo, aunque con el apoyo de muchos referentes institucionales y agentes de la sociedad civil isleña. Pero la reforma legal puede ser inoperante si todas las partes –sobre todo los gobiernos autonómicos controlados por el PP– no cumplen con sus obligaciones. Todo será más fácil si la migración fuera asumida por el PSOE y el PP como un asunto de Estado por el que debería existir una estrategia consensuada, un análisis compartido, una posición política única que sumara a las dos terceras partes de las Cortes. Pero no es así. Uno ya no sabe lo que tiene que ocurrir para que la derecha liberal y la socialdemocracia lleguen a grandes acuerdos básicos sobre educación, sanidad, investigación científica y tecnológica, reformas administrativas o migraciones. Los fines del mundo son malos momentos para cerrar consensos.

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