Opinión | Ver, oír y gritar
Marc Llorente
El tinglado de la antigua farsa es cosa de hoy

Juan Carlos Peinado, juez, en los alrededores de los juzgados de Plaza Castilla / José Luis Roca
Ya se sabe que el tinglado de la antigua farsa es consustancial a la realidad nuestra de cada día. Que el mundo entero es un teatro del absurdo lleno de escenarios por todas partes. Y que las personas son simplemente comediantes con sus numerosos papeles, con entradas y salidas a lo largo de la vida. Cada uno cuenta y escenifica, y a veces uno se pregunta algo inevitablemente. ¿Somos personajes de un juego virtual, que viven una simulación diseñada por una inteligencia superior? Una pregunta sin respuesta.
A propósito de esto y de otras cosas que veremos, en el mensaje del reciente Día Mundial del Teatro, escrito por el dramaturgo griego Theodoros Terzopoulos, se defiende que debe ser un vehículo comprometido con su tiempo, que ilumine a la sociedad en épocas de oscuridad. Calentamiento global y destrucción ecológica, traumas sociales, paisajes bélicos, el moldeamiento que sufre la condición humana por intereses políticos y económicos, las compañías que configuran la opinión general o el papel asumido por las redes sociales que manipulan a los ciudadanos. "La dictadura multiforme de esta nueva Edad Media que vivimos en nuestros días", dice el autor.
Da la casualidad de que el popular juez Peinado asistió a unas jornadas sobre artes escénicas contra el acoso escolar. Ese señor que investiga a Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, sin saber muy bien por qué. O quizá sí. Pues tiene razón. Solo en lo que se refiere a que la Administración de Justicia es como el gran teatro del mundo descrito por Calderón de la Barca. Magistrado o farandulero, eso es lo que él hace precisamente. Y otros le escriben el guion para representar lo que conviene a unos, con ganas de asaltar la Moncloa, y lo que perjudica a Pedro Sánchez y a muchos.
O sea, puro teatro con los claros intereses, nada subterráneos, de este héroe nacional, con graves frases y lugares comunes, al que ovacionan las derechas. Por algo será. Hermosa representación con el plan de derrocar al diabólico jefe del Ejecutivo. Vale cualquier excusa. Ahí está situado Feijóo, según reconoce él mismo con la luz verde para que el PP use los medios judiciales con la descarada intención de echar a Sánchez. Esta es la calidad democrática, como es público y notorio, de una penosa oposición a la desesperada. Si no hay pruebas de financiación irregular del PSOE, no importa.
El partido que ha cometido todas las corrupciones posibles e imposibles, unas sentenciadas y otras presuntas aún, seguirá montando números circenses con ayuda de los medios y pseudomedios afines. Dominan el sucio arte de embarrar el ámbito político. Pero se quejan de que el vecino es quien embarra. Este es el cambio en España, con el estimable apoyo de Vox, que nos proponen el líder conservador y sus cómplices.
Por su parte, uno de esos caudillos de los tribunales, el ingenioso hidalgo y caballero andante de la triste figura, ve monstruos y delitos donde no existen, y lleva a efecto sus investigaciones prospectivas. Los derechos procesales y constitucionales están tocados seriamente. Y no pasa nada. El justiciero sin máscara continúa su particular guerra contra molinos de viento, sin despeinarse y en busca de acceder al olimpo de los dioses de barro. Un golpe en el falso nombre de España, a la que debe salvar de las garras socialistas. Además, quiere tomar declaración al ministro Félix Bolaños en su despacho de la Moncloa y exige que le lleve un chófer de allí. Quiere entrar por la puerta grande con la habitual animadversión que caracteriza al sainetesco y vanidoso personaje.
En esa onda anidan los precursores de una serie de despropósitos nacionales. Manos Limpias, Abogados Cristianos y otros ejemplares de la misma especie, incluyendo a las élites financieras. Amantes todos ellos de valores arcaicos, que en su derecho están siempre que respeten al prójimo. Resulta divertido que el juez Peinado hable sobre acoso escolar y salga en defensa de la salud democrática. La intimidación reside también en la vida pública, judicial y política por parte de ultraconservadores dispuestos a todo con tal de imponer sus patrones ideológicos. La ley del más fuerte, claro.
Acosos a la ciencia y a quienes se salen del redil del cerrilismo. A los homosexuales, los migrantes, las feministas… Así es el tinglado farsesco de algunos. El gran teatro del absurdo, en el que reina el sinsentido, la angustia existencial o la irracionalidad de las cosas. La dictadura multiforme, sí, y el guiñol con reaccionaria cachiporra en ristre.
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