Opinión | El recorte

Doble lenguaje

Reunión interministerial para el reparto de menores que llegan a Canarias

Reunión interministerial para el reparto de menores que llegan a Canarias / Andrés Gutiérrez Taberne / ELD

El Congreso de España debate hoy ayudar solidariamente a los menores migrantes africanos no acompañados acogidos en un país lejano y extranjero llamado Canarias, con el voto decisivo de otro país ajeno llamado Cataluña. Casi podría decirse que el futuro de los niños depende de la ONU ibérica. Casi dos largos años nos han traído hasta aquí. O sea, hasta hoy. Y en la votación puede pasar cualquier cosa.

Después de «Buscar a Wally», aquel famoso juego consistente en encontrar en un dibujo lleno de complicaciones a un tipo con una camiseta blanca de rayas rojas, el nuevo juego de moda sería «Buscar a Anselmo». O sea, al delegado del Gobierno de España en Canarias, desaparecido en la crisis de los menores. Desaparecido en combate su puesto fue ocupado por Angel Víctor Torres, el ministro de Franquismos, Mascarillas y No Queremos Niños Migrantes que No Sean Ucranianos, que es quien está ejerciendo de Portanoes Moncloa con las islas.

El auto del Tribunal Supremo que obligaba al Gobierno Peninsular a acoger a más de mil niños que habían solicitado asilo al Estado español se lo han pasado por donde la espalda pierde su honesto nombre. La Justicia en España, ya se sabe, solo obliga y acogota a los desgraciados ciudadanos. Mientras Torres decía una cosa en las islas, en Moncloa estaban haciendo justo la contraria. Los abogados del Estado recurrieron el auto para paralizar cautelarmente hacerse cargo de los menores. Retiraron el recurso cuando el Supremo se negó a la suspensión cautelar. Solo entonces, recibido el mensaje, se la envainaron. Es un doble lenguaje que solo se permiten con los canarios, pero que ni se les ocurriría utilizar con sus socios catalanes. Decidieron acatar el auto, pero no cumplirlo. Una sabia decisión y sobre todo muy práctica.

La excusa de Moncloa, aseverada por Torres, para no cumplir el auto del Supremo es que es imposible hacerlo «de la noche a la mañana». Es curioso porque Canarias ha tenido que hacer frente a la llegada de miles de menores casi «de la noche a la mañana». Y cada vez que llega un nuevo grupo los tiene que atender «de la noche a la mañana». Pero el Gobierno peninsular lleva ya dos largos años, que es muchísimo más tiempo del que media entre una noche y una mañana, sin actuar, sin hacer frente a una crisis que empeora y se agrava; ganando tiempo, especulando con el desgaste y las contradicciones del PP y frotándose las manos.

Hace tiempo, más que el que media entre una noche y la mañana siguiente, que el Gobierno Peninsular podría haber encargado la tutela de menores a diferentes comunidades autónomas. Y sin necesidad de reformar ninguna ley. Y hace aún más tiempo que decidió dedicar todos sus recursos a blindar la ruta del Mediterráneo con todos los medios a su alcance –incluyendo la Marina española– dejando la puerta abierta, con un letrero luminoso, señalando a las Islas Canarias.

Lo que está pasando no es fruto de la casualidad, sino de la causalidad. Sabían lo que iba a ocurrir. Que las islas se iban a convertir en un recinto temporal para embolsar a los irregulares. Porque es justo lo que querían: poner a salvo la tierra continental. Es lo que aquí seguimos sin entender.

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