Opinión | Retiro lo escrito
Cisnes negros
Si la Unión Europea deberá lidiar simultáneamente con recortes presupuestarios, privilegiando el gasto militar en los próximos años, Canarias sufrirá una relevante caída del turismo pero no podrá evitar que continúe e incluso se intensifique la presión de la migración de origen africano

Donald Trump. / EP
Por el momento todos aguantan la respiración. Igual revientan. Donald Trump no va a retirar los aranceles a la Unión Europea antes de terminar una negociación compleja y abusiva; en todo caso, lo hará, total o parcialmente. La recesión económica puede transformarse de una amenaza a una realidad en muy pocos meses con un impacto directo en el consumo. Y vivimos de esos consumidores llamados turistas. Al mismo tiempo el esfuerzo presupuestario para aumentar el gasto militar es insorteable. Es un panorama más bien atroz.
Por supuesto las autoridades políticas de esta comunidad autónoma no pueden hacer nada, salvo encomendarse a los vírgenes patronas. Lo peor de la crisis venidera, además de la extremada impredecibilidad de su desarrollo, es que pillará de nuevo a España (y a Canarias) sin haber al menos encauzado el conjunto de reformas políticas, institucionales y jurídicas que vienen retrasándose hace más de veinte años: desde el sistema de pensiones públicas hasta la reforma de las administraciones, pasando por nuestro muy averiado, remendado y prostituido modelo de enseñanza (ahora el sanchismo ha elegido como enemigo de quita y pon las universidades privadas, pero no me refiero a eso). ¿Más dinero público para la crisis, como anunció ayer el presidente del Gobierno español? Ese supuesto escudo productor es misérrimo.
No se atacan eficazmente las crisis económicas y comerciales con subvenciones específicas. Eso es una puñetera broma. Con motivo de la parálisis económica derivada de la pandemia del covid la Unión Europea movilizó a través de diversos programas y protocolos cientos de miles de millones de euros que ahora son, muy mayoritariamente, deuda mutualizada entre los socios. Los ciudadanos europeos debemos más de dos billones de euros, sin los cuales –y las contrataciones en ministerios, gobiernos autónomos, ayuntamientos y etcétera– el crecimiento del PIB español y del empleo de los últimos tres años no se hubiera producido. Bruselas no puede darle otra vez a la manivela de imprimir billetes y aumentar todavía más una deuda publica gigantesca. Solo en España la deuda pública creció en un año 45.224 millones de euros durante el año pasado. En el caso de catástrofe ¿qué hará el Gobierno socialista? ¿Gasta 11.000 millones de dólares cada tres meses para evitar cierres empresariales masivos?
En Canarias ocurre algo parecido, aunque el país tenga un nivel de deuda propia mucho más aceptable. Pero eso es indiferente. Nos pillará también la recesión, y si termina por llegar podemos vivir una situación de efectos similares a la de la crisis letal de 2008 –la crisis covid fue apenas un tropezón doloroso comparado con ella– cualquier proyecto reformista queda aplazado sine die. Si la Unión Europea deberá lidiar simultáneamente con recortes presupuestarios, privilegiando el gasto militar en los próximos años, Canarias sufrirá una relevante caída del turismo pero no podrá evitar que continúe e incluso se intensifique la presión de la migración de origen africano. También pasará a mejor vida la agenda canaria que todavía andaba arrastrando los pies en el frágil espacio de relación entre Madrid y Canarias.
Y es que estamos abocados a entrar en un estado de excepcionalidad que afectará a los presupuestos –a los presupuestos de 2022 remendados y recosidos– a la financiación de las administraciones públicas, a la economía empresarial y doméstica y a las relaciones políticas en un espacio público fragmentado y polarizado como nunca. Se nos ha olvidado de nuevo que desde ese espantoso 2008 los cisnes negros son los que mandan en el estanque antes dorado de nuestras certidumbres y seguridades. Y tardarán en irse. Si es que lo hacen.
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