Opinión | Retiro lo escrito

La mentira de los justos

La política contemporánea transformó la mentira en un producto más complejo y eficaz, la propaganda

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene este viernes en la quinta edición del foro 'Fondos Europeos'.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene este viernes en la quinta edición del foro 'Fondos Europeos'. / JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

Desde siempre ha formado parte del arsenal en la batalla política el uso y abuso de las distorsiones, las inexactitudes, las medias verdades y sus correspondientes medias mentiras. Las mentiras políticas se alimentan de esas bazofias. Una mentira política no es una fantasía de libre vuelo: está enraizada en un puñado de realidad, solo que debidamente intoxicada. Los demagogos atenienses ya practicaban la mentira. Al bueno de Aristóteles se le antojaba despreciable, pero a su maestro Platón –al fin y al cabo un político frustrado– la mentira le valía como instrumento tolerable para llevar persuasivamente a los hombres al bien, a la paz, a la virtud, a la convivencia. La historia de la política está repleta también de mentirosos bienintencionados, de cínicos de buen corazón, de farsantes canallescos que mean piedad y solidaridad, de golfos que se indignan como quien hace todos los días media hora de gimnasia sueca y se toma después su batido de lechuga, pepino y cúrcuma.

La política contemporánea transformó la mentira en un producto más complejo y eficaz, la propaganda. No existe un solo partido o movimiento político, de izquierda o derecha, cuya orientación en materia de propaganda no esté influida directa o indirectamente por las reglas goebbelesianas. Para abreviar, dos son los rasgos que ha adquirido la mentira en las actuales democracias simulativas. Primero: la mentira no es una excepción, un breve paréntesis, un instante pecaminoso. La mentira es incesante, repetitiva, un hábito casi físico, una gramática del poder y el contrapoder, el terreno de la normalidad ideológica. Como escribió Hannah Arendt, no refiriéndose al régimen nazi, sino a la administración de Richard Nixon, «mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada». Una incredulidad ilimitada conduce a la impotencia y, enseguida, a la resignación, y la resignación manipulada a lo que Emilio Gentile denomina la des-soberanización del pueblo. Segundo, y más recientemente: la mentira no puede ser una modesta verdad analítica. La mentira debe ser enorme, amenazadora, cataclismática, innegociable.

Los socialistas en la oposición en Canarias, por ejemplo, tienen material y argumentos para una crítica legítima al Gobierno autonómico que sustentan Coalición y el Partido Popular. Pero no es suficiente. Hay que buscar una tecla que relacione una supuesta pésima gestión con la infinita generosidad de Pedro Sánchez y su gabinete –aquí un humilde saludo de Torres para todos y todas desde el palco de Florentino Pérez, faro del progresismo universal–. Como Sánchez está muy ocupado en fabricar cada día un bulo, un enemigo, un éxito para borrar o resetear la jornada anterior sus compañeros isleños han sacado lo de los 1.300 millones de euros que el Ejecutivo regional no se ha gastado.

Es una patochada que produce vergüenza ajena. En esa cifra apocalíptica han incluido cucamente los fondos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia de la UE que tienen para su ejecución un plazo que se extiende hasta el 31 de diciembre de 2026. El superávit real del Ejecutivo asciende a unos 520 millones aproximadamente. Y deriva muy mayoritariamente de la inflexibilidad de la regla de gasto, que impide al Gobierno aumentar su nivel de inversión presupuestaria, y de unos 500 millones ingresados en las últimas semanas de 2024 por el Ministerio de Hacienda para varios programas –la reconstrucción de La Palma, por ejemplo– y que no ha existido, obviamente, tiempo material para ejecutar. Toda esta mentira pueril y hasta atontada no le servirá de nada al PSOE y al resto de la izquierda. Lo que más me intranquiliza es que con toda seguridad muchos –incluido el propio expresidente de Canarias– mienten a conciencia, mienten con perfecto conocimiento de la mentira, mienten porque los justos son los únicos con derecho a mentir. n

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