Opinión | Sol y sombra

El odio

José Bretón, durante su declaración en el juicio.

José Bretón, durante su declaración en el juicio.

Odiar se ha vuelto costumbre. Como la aversión compartida une más que el amor, los adversarios en cualquier ámbito de la conversación pública se odian entre sí colectivamente, a calzón quitado, y ese rencor se extiende por las redes sociales que son las cloacas de la inquina. Pero existe otra clase de odio que no conviene banalizar; es el que le profesaba José Bretón a su esposa Ruth Ortiz, y el motivo por el que supuestamente este sujeto despreciable decidió asesinar e incinerar a sus hijos. Quería hacerle daño a su mujer y no encontró manera mejor que cargarse a dos pequeños inocentes.

Catorce años después, el crimen colea por culpa de un libro de Luisgé Martín que se titula precisamente «El odio» y que da voz al abominable asesino. Irremediablemente y por la controversia que ya suscita, ahondará aún más en el profundo daño causado a las víctimas: la esposa odiada y maltratada por Bretón, y a la memoria de las dos criaturas asesinadas. La Fiscalía de Menores solicitó sin éxito el secuestro de «El odio» que, sin embargo, sigue sin ver la luz. El Defensor del Pueblo se pronunció en contra de la publicación.

Las crónicas de crímenes reales están de moda en las plataformas y puede que Martín, con sentido oportunista, se haya apuntado a contar la historia de Bretón pensando más en los beneficios que le puede reportar que en su verdadero interés. Aún así, existe el derecho a escribirla y darla a conocer, por abyecta y dañina que sea. No tiene necesidad el autor de hacer el ridículo y compararse con Capote o Carrère para reclamarlo. A los asesinos los ampara también la libertad de expresión.

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