Opinión | Azul y blanco

María José Hernández García

Caravanas en Huelga

Una caravana.

Una caravana. / Germán Caballero

El pasado sábado, 22 de febrero, transitaba, como una más, por la autopista del Sur, la TF-1. De pronto una tropa de caravanas nos sorprendieron. Unas trescientas, se dirigían desde la capital en dirección a Oroteanda Baja, en San Miguel de Abona; junto a la estación de servicio “El Gomero” cerca de los límites con el vecino Arona. Los convocantes del evento eran ACAT, Amigos de AC & Campers, A.C.R.A.L. Lanzarote, Caravaning Club Isla Bonita y la Asociación de Campistas de Fuerteventura.

Todos vimos retrasados la llegada a nuestros destinos. Las colas, convertidas en kilométricas, pusieron a prueba a todos los vehículos. Aquellos de dos letras y los ignorados cuando de mirar neumáticos, agua y aceite se trata siempre que hay necesidades más perentorias corrieron más peligro. Todos inmersos en aquel atasco monumental, hubo quien lo grababa con el móvil; quien ponía música, quien alertaba del retraso y quien se desviaba a quehaceres sobrevenidos, como comprar o tomar un cortado. Después, estaba previsto que los manifestantes regresaran a Santa Cruz.

Con la protesta se reivindicaba la necesidad de estacionamientos adecuados para estas “casas con ruedas” y la modificación de la Ley del Suelo, entre otras cosas. Era necesario habilitar espacios en terreno rústico para áreas de campings y caravanas en las que se prestaran todos los servicios imprescindibles. Unos servicios que cubrieran las necesidades humanas (abastecimiento de agua, saneamiento, residuos…) en equilibrio y respeto perfecto con la naturaleza circundante. Y tienen razón.

Un punto de partida puede ser la visita del consejero del ramo del Cabildo, junto a la alcaldesa de Arona, por ejemplo, a la Playa de los Enojados. Está al lado de la de Las Galletas. Juntos podrán comprobar cómo su arena rubia volcánica, fina y suave antaño, sobre la que las olas orillaban conchitas y esqueletos de erizos, ahora apesta a orines y defecación. Recomendamos que, en todo momento, miren siempre al suelo y olviden el maravilloso horizonte en la lontananza. Si no lo hacen, el riesgo de pisar una mina es muy alto… mina, en cualquier caso, de origen animal.

Invitamos a hacer lo propio por la costa ariquera (Abades, el Porís); o los alrededores de Montaña Roja en Granadilla; asimismo en compañía de sus respectivas alcaldesas. Son sólo algunos ejemplos, mas toda la costa tinerfeña llora y grita por una urgente intervención sobre este, ya, problema.

Después de la visita, el Cabildo, como Gobierno de la Isla y con competencias en materia de territorio y urbanismo habría de habilitar zonas para esta práctica maravillosa en las que servicios de alcantarillado, saneamiento, y otros necesarios estuvieran garantizados. Los ayuntamientos podrían implicarse más para perseguir atentados contra el medio ambiente por parte de aquellos, descerebrados, que abandonan todos sus desperdicios en la costa. Una basura y contaminación que desaparece con las mareas… y después nos la comemos cuando pescamos o mariscamos.

Siempre en caravana, pero la costa tinerfeña es nuestra identidad. Y la identidad siempre, también, se protege.

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