Opinión | RETIRO LO ESCRITO

La productividad soñada

No existen inversores capaces de reunir cincuenta, cien, doscientos, trescientos millones de euros para un proyecto empresarial ambicioso. Aquí, salvo una decena de millonarios relacionados con hostelería, construcción o transportes, el único que tiene pasta de verdad es el Gobierno. Y eso, créanme, no es bueno. Sea de izquierda, de derechas o mediopensionista.

Imagen de archivo

Imagen de archivo / ED

Es admirable la preocupación de los empresarios canarios por la productividad. Es una lástima que el principal motor económico del país sea el turismo, porque en la actividad turística es muy difícil imaginar una productividad creciente. Lo escuché el otro día a alguien: servirte un café o una cerveza en un hotel o en la terraza de un bar cercano lleva hoy el mismo tiempo y esfuerzo que en el año 2000. ¿Cómo se mejora productivamente en el turismo y la hostelería? La mejora productiva posible se materializa a través de la digitalización, que corta tiempos y trámites en la contratación de la plaza alojativa o en el registro de viajeros en sus hoteles de destino. Pero poco recorrido más tiene la digitalización como instrumento de productividad en la actividad turística. La productividad, en el turismo canario, solo se relaciona con un máximo de consumidores del producto durante todo el año, gracias al clima del archipiélago, y unos salarios que crecen muy por debajo del ritmo de los beneficios empresariales. Pero se ha llegado al límite del crecimiento del sector.

Por muchos cuentos que quieran hacer circular, un país fragmentado en ocho islas –y la mayor apenas cuenta con 2.000 kilómetros cuadrados– no puede ser un destino ecológica y medioambientalmente sostenible con 18 millones de turistas al año. No puede serlo. Hace apenas una década los visitantes no superaban los 11 millones, y a principios de siglo eran apenas 8 millones. Durante mucho tiempo el turismo fue la solución para escapar del hambre. Hoy es al mismo tiempo una solución y un problema y puede convertir en un problema –el problema hegemónico de una sociedad turistificada e impedida objetivamente para avanzar en una diversificación productiva– si no se toman medidas estratégicas y transversales sobre un amplio consenso político y social.

Es increíble la resistencia que poderes públicos y grandes intereses empresariales ejercen sobre una obviedad cada vez más asfixiante: aquí no cabemos más y la degradación de nuestros ecosistemas, el impacto en nuestros espacios naturales, no pueden aguantar otros treinta años de consumo insaciable de territorio y recursos. De la misma manera que se demuestran lucidez y determinación política para explorar –al menos– un régimen de residencia diferenciado para Canarias en el seno de la UE –incluida la compra de viviendas por ciudadanos comunitarios– debería abrirse un debate –en esta ocasión sin cierres en falso– para una moratoria turística en las islas y la exigencia jurídica de compromisos básicos de carácter energético y medioambiental en las instalaciones. Porque si no es así se producirá indefectiblemente esa «muerte por éxito» que los empresarios y políticos más metafóricamente sensibles llevan repitiendo desde hace varios años.

También es un poco pasmoso, casi divertido, hablar con algunos representantes empresariales sobre ese porcentaje del 99% de pequeñas y medianas empresas que forman el tejido productivo de las islas: otro obstáculo para una productividad simplemente viva. Parece que hablan de una desgracia en la que no han tenido nada que ver. Por supuesto que existen economías de escala, pero la dificultad de regionalizar empresas exitosamente también radica en que cada isla significa una burbuja de relaciones políticas, empresariales y familiares casi perfecta. Y cada burbuja (tratos privilegiados, fulanismos, burocracias domesticadas y otras hierbas) expulsa a las demás. Y algo que nadie comenta, por obvio o por incómodo: no existe un mercado financiero en Canarias. No existen inversores capaces de reunir cincuenta, cien, doscientos, trescientos millones de euros para un proyecto empresarial ambicioso. Aquí, salvo una decena de millonarios relacionados con hostelería, construcción o transportes, el único que tiene pasta de verdad es el Gobierno. Y eso, créanme, no es bueno. Sea de izquierda, de derechas o mediopensionista.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents