Opinión | Tribuna abierta
Carol Álvarez
Groenlandia, el último muro

Vista de Nuuk, capital de Groenlandia, cuya riqueza en tierras raras es clave en el debate sobre cómo sustentar una futura independencia de Dinamarca. / EFE
Son 57.000 habitantes en un país cuatro veces más grande que España y nunca antes habían tenido tanta atención como ahora. Groenlandia va a las urnas para decidir su futuro, que pasa por ser más independientes de Dinamarca y por blindarse ante el vehemente deseo de Trump de exprimir sus recursos y posición estratégica. La geopolítica ha convertido la isla en una pieza imprescindible en el tablero del juego donde se disputa el destino de la humanidad: los científicos alertan de que Groenlandia ha perdido un 20 % más de manto glacial de lo que se calculaba en solo 30 años, y su efecto sobre las corrientes marinas y la crisis climática pone en jaque la adaptación de sus habitantes a la vez que abre nuevas posibilidades para la extracción de las codiciadas tierras raras. También inquieta el impacto en el resto del planeta de las políticas de preservación ambiental del país.
Groenlandia es más autoconsciente que nunca de su fuerza y su vulnerabilidad, y lo ha demostrado al impedir donaciones anónimas o del extranjero para la campaña electoral: es demasiado reciente el impacto de Elon Musk en las elecciones que ganó Donald Trump. Las injerencias son difícilmente evitables en estos tiempos: Rumanía pelea lo suyo para apartar de la carrera electoral a un candidato prorruso con una financiación opaca de la campaña.
Sea cual sea el veredicto de los groenlandeses, lo que ya se han ganado es una revisión de las condiciones que la unen a Dinamarca, que ya prometió mejoras defensivas, y más autonomía. La población tiene un alto deseo de emancipación aunque no quiere perder bienestar, y eso solo lo pueden mantener si se abren a otros países del entorno ártico, como Islandia o Noruega, con tratados que la dependencia casi colonial de los daneses ahora les tiene vetados.
La Unión Europea haría bien en implicarse a fondo en este frente para blindar su autonomía. Groenlandia es el último muro, una suerte de muro de Poniente que aunque no tiene 700 pies de hielo sólido de altura como el de la ficción, nos protege por igual a todos y a las futuras generaciones.
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